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Testigos de la Luz

miércoles, 15 de febrero de 2012

“Oración para la vida y el apostolado, vida y apostolado hechos oración”

La oración es ese camino de dialogo con Dios, esa «cadena de oro fino» que une verdaderamente a Dios con los hombres. No por nada nos dice el Señor «cuando dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio ellos».

Son innumerables la cantidad de sectas y movimientos que hoy profundizan en técnicas meditacionales, caminos de relajación –o de encuentro como los llaman también- desde las más arcaicas hasta exóticas en su fondo y forma. El florecimiento de estos “novedosos caminos actuales” nos habla de la profunda necesidad del hombre de encontrarse con Dios, nos hablan de su profunda hambre de más; de su nostalgia de infinito. Todo esto si lo contrastamos con la cultura de lo superficial que hoy se encuentra en todos lados; nos habla. El hombre tiene necesidad de Dios, le es natural esa tensión a Él y lo reconoce y lo busca.

«El dialogo con Dios se enraíza en la naturaleza misma del ser humano, en su anhelo de encuentro pleno» por esto se puede afirmar –como nos dice Luis Fernando Figari- que  «la oración responde a la intranquilidad que hay en el corazón del hombre […] le es esencial». Es el mismo Señor el que nos invita constantemente a velar y orar. «Orad siempre sin desfallecer».

Nuestra oración es esa respuesta a la respuesta que Dios nos ha dado queriéndose acercar a nosotros. Es la respuesta a nuestra identidad, el contacto con nuestro interior nos lleva siempre al contacto directo con Dios pues al participar de su ser nos ha dado la capacidad de compartir con Él toda nuestra vida.

Cuando hablamos de oración para la vida y el apostolado hablamos de que esa oración ganada a fuerza de momentos de encuentro con Dios debe iluminar toda nuestra vida, todas nuestras acciones.  Todo en nosotros debe reflejar aquella respuesta de la que hablamos, ante esto María es un clarísimo ejemplo, su respuesta fiel en el “fiat” fue un momento de oración que ilumino toda su realidad y todas sus acciones cotidianas, no por nada muchos maestros espirituales la llaman “maestra de oración”. Así como María si nosotros pudiéramos hacer que toda nuestra vida sea respuesta al Plan de Dios, haríamos que cada cosa del día fuera en sí misma oración. Una oración continua. Es donde entramos en que la vida y el apostolado son hechos oración.

Juan Pablo II dirá que «Jesús de Nazaret oraba todo el tiempo sin desfallecer; la oración era la vida de su alma y toda su vida era oración».  En el modelo de Jesús encontramos «un perfecto ejemplo de cómo se deben unir estas dos realidades; la constante comunión con el Padre y la vida intensamente activa».
Sin esta unidad se corre el profundo riesgo de la desorientación, de las lamentaciones. San Juan Berchmans dice que «toda apostasía en la religión tiene su origen en la falta de oración» y con razón lo dice pues el que deja de rezar pierde el horizonte, descarrea del camino, poco a poco, cada vez más.  Caer en activismos no es nunca la respuesta, ser apóstoles supone que seamos además de hombres de acción, hombres de oración.

Aspirar a que toda nuestra vida y nuestro apostolado sean oración supone la concatenación, la unión, de esos momentos fuertes de oración en donde dialogamos como amigos con Dios y la consagración cotidiana de todas nuestras actividades, gestos, palabras y pensamientos a Dios que es donde nos encontramos con Él como ese Dios cercano que busca acercarse a nosotros.  Así «Todo acto es oración si es don de sí para llegar a ser» nos dice Saint-Exupèry. Esto por supuesto constituye todo un programa de vida. Un vivir cada vez más comprometidamente una “espiritualidad de lo cotidiano” que a medida que la practicamos nos va asemejando al Señor, nos va conformando a Él “modelo del hombre nuevo” haciendo que toda nuestra existencia se despliegue «en una vida santa y en un apostolado fecundo».

lunes, 6 de febrero de 2012

Celibato - invitación y respuesta


El tema del celibato, es un tema que realmente cuestiona bastante. Cuestiona el origen de la capacidad de esa renuncia a lo que para el mundo es algo muy normal; el tener una familia. Pensar en darle toda tu vida a Dios, es algo que ciertamente te cambia la manera de pensar y de vivir. Ahora hay que tomar una decisión radical.
« ¿Será bueno el celibato para mí? ¿Sería capaz de vivir el celibato durante toda mi vida?»[1] Si bien es cierto hay luces abundantes para discernir una posible vocación, en especial ahora, en la juventud, pero no por eso faltan los momentos de pequeñas crisis.

Si, es cierto que existe la visión de que para ser sacerdote o consagrado había que renunciar a que me gusten las chicas para siempre y que tenía que encerrarme en una parroquia o en algún monasterio en medio del bosque. El tiempo, la formación y la conversión , dejarse tocar por ese extraño ideal de vivir la vida como Cristo en comunidad; ahí es cuando el tema del celibato deja de ser una renuncia oscurantista y en esos términos antinatural, porque no me van a dejar de gustar las chicas y porque ser consagrado no va a ser encerrarme en una parroquia o comunidad, etc.

Siguiendo la línea misma del Santo padre, el celibato no es una renuncia, es una opción por la plenitud personal de la vida, es una respuesta a esa respuesta de Dios que me ofrece vivir plenamente disponible para el Amor. Luego, el celibato, no me quita mi libertad. Al ser una opción que Dios me da, optar por él, con Amor, es una opción por la más grande libertad que se pueda experimentar, la libertad del amor. El celibato no es arrebatarme de mi naturalidad para estar en el Amor de Dios, más bien, es una donación amorosa que responde a esa invitación al amor universal. No es algo que viene con el combo de la vida consagrada, que si “esto” entonces “esto”. Todo es cuestión de Fe, «contemplar la fe como la única fuerza en la vida»[2].  Solo en el abandono total en la fe como María y por amor a ese Plan que Dios me ofrece puedo entender el celibato y su dinámica testimonial de mostrar al mundo el Reino de los Cielos para su edificación en la tierra.

El celibato, no es un mero instrumento funcional en el despliegue amoroso de la persona. El celibato más bien es la columna, la fuente de la vida del consagrado. El celibato por el reino es la señal ante el mundo y ante Dios de la medida del Amor por la que ha optado la persona. Este (el celibato) configura todo su ser (el de la persona) en función de ese amor participativo del infinito amor de Cristo.
El celibato no es algo accesorio ni parte del kit. Nutrido del amor que mueve a la persona a ese estado de vida «representa una especial configuración con el estilo de vida del propio Cristo»[3]

Para mi vivir el celibato, es vivir como el Señor Jesús que fue indudablemente célibe. Es optar como Él por el más grande amor; el Amor que viene de Dios. Para mí el celibato no te hace menos hombre como no pocas veces escucho, en cambio, creo que te hace más hombre, no por ser “un bacán que se las aguanta todas” sino porque te da una capacidad de amar que desafía a la mente humana, que la rebasa por largo. Un amor que va más allá de lo mero carnal, que penetra al fondo del corazón y saca a la luz la santa dignidad de la vida humana. Un amor que da total sentido a las necesidades de la persona de amar y ser amadas y valorarse y ser valoradas.

Entonces, el celibato es una opción amorosa por un amor más grande, es intima unión con Dios. Mediante el celibato, muestra y «testimonia la incondicionalidad del amor que impulsa a perder la propia vida como respuesta a la sobreabundancia de amor del Señor que nos ‘primereó’ dando su vida por nosotros» [4]

Ser célibe es tan posible como lo es ser santo hoy. Aunque sea difícil no tengo dudas de ello, es más si me fuera fácil habría que preocuparse por entender su verdadero sentido en la vida de cada uno. No es ser célibe porque me pueda aguantar las ganas de que me guste una chica por el ideal de seguir más de cerca a Cristo. Opto por el celibato porque el Amor que siento dentro de mí que arde por amar infinitamente me impulsa a optar por ese celibato por el Reino, por ese celibato por el mundo, porque el mundo sí necesita de hombres que se entreguen a Dios porque hubo un Dios que así mismo se entrego por los hombres.


[1] Orar, Benedicto XVI, pg. 77. , ediciones planeta testimonio.
[2] Orar, Benedicto XVI, pg. 309. , ediciones planeta testimonio.
[3] Orar, Benedicto XVI, pg. 77. , ediciones planeta testimonio.
[4] Bergoglio Card. Jorge, Homilía del 11 de Agosto, Buenos Aires, Argentina.

jueves, 2 de febrero de 2012

Ser emevecista – camino de santidad:



Para poder hablar sobre la identidad emevecista tendría que empezar por mi identidad emevecista y tendría que ver mi corazón al fondo y no puedo hacerlo sin Dios porque nadie me conoce mas a fondo, a través de la oración.

Lo primero.- ¿Qué es ser emevecista?
Los estatutos del mvc dicen así: “son miembros del mvc –emevecistas- todos aquellos católicos, clérigos, consagrados o laicos, que se vinculan por la participación activa en las diferentes asociaciones o áreas apostólicas del mvc” el libro MVC ¿Qué ES? Dice: “su identidad esta signada por su eclesialidad y por su vocación al apostolado, que marcan la vida y el compromiso de sus integrantes.”
Creo que los estatutos definen claramente lo que es ser emevecista, creo que el libro “mvc ¿Qué es?” también nos aporta un definición sencilla y consisa de que cosa es ser emevecista, de que cosas mueven a un emevecista a seguir siendolo siempre. Pero personalmente pienso que muchas veces las definiciones pueden quedar un poco cortas, o no explicar del todo ¿Qué es de fondo ser emevecista?  Recuerdo una vez que me preguntaron si puede haber alguien en el mvc que no sea emevecista y recuerdo que respondi que si, porque efectivamente puede pasar.  Puede pasar que alla una persona que valla a todos los rosarios, a los servicios, agrupación, comidas, salidas, viajes, jornadas, etc. Etc. Que personalmente de fondo no sea emevecista. Si,  puede ser un gran católico pero no se si emevecista, puede sonar un poco duro pero podría pasar.

Quisiera enfocarme en el tema de la identidad y quisiera tomar dos elementos del “mvc ¿que es?” la vocación al apostolado y la eclesialidad. Creo que se puede armar toda una jornada para reflexionar sobre esto, ahora solo me limitaré a ahondar un poco desde mi propia experiencia en estos puntos.  Siempre le pregunte a Dios ¿Por qué el mvc?, podía ser cualquier grupo, cualquier movimiento, cualquier parroquia o incluso ninguna de ellas, pero Él escogió el mvc; no yo. Lo escogió Él. En su providencia hizo que un agrupado me haga apostolado, hizo que ese agrupado me invitara a un convivio y que yo accediera, hizo que una agrupación me motivara a vincularme a un servicio, hizo que animara en un convivio, e hizo muchísimas cosas así. Yo personalmente a medida en que me sentía de fondo a gusto, en que veía en mi algo distinto, un yo cada vez más yo, simplemente respondia a lo que se me pedia en su momento. Respondia porque era consciente de que me hacia bien, de que estaba cambiando, que todo mi ser se entendía perfectamente con lo que estaba viviendo y como lo estaba viviendo.

Todo mi ser iba configurándose a esta realidad que me apelaba desde lo interior, era la sensación de ir armando un rompecabezas de mi vida y que las piezas efectivamente iban calzando. Por primera vez, creo yo, mucho de lo que sentía, de lo que yo vivía por dentro, iba cobrando un sentido que al principio me resultaba novedoso, atrayente, atractivo y que hoy descubro que ese sentido siempre estuvo en mi. Dios lo deposito en mi desde siempre. Es como si Él me hubiese dicho: “tu vida calza perfectamente con esta familia de la Iglesia. Estas llamado a pertenecer a la iglesia, aquí; en el mvc”.  Y es que es verdad, así es, no me veo en lazos, no me veo en schoensttat, ni en procare, ni en los focolares, ni los neocatecumentales, en ninguno de esos y no porque sean menos o otra cosa, no. Simplemente es como si todo en mi hubiera sido pensado para encajar de fondo en el mvc. Y hay algunos rasgos que puedo decir, encajan perfectamente: el ardor apostolico, la piedad filial a María, el espíritu de reconciliación, la espiritualidad en la vida cotidiana, la vida de oración, en fin infinidad de cosas que al verlas reflejadas en el mvc digo: “gracias Señor, estoy en casa”

Hablar de identidad es hablar del sello más profundo que tiene mi corazón, es hablar de lo que marca o delimita lo que hago, lo que pienso, lo que escribo, etc. Lo marca todo, lo dice el “mvc que es”: “identidad…que marcan la vida y el compromiso de sus integrantes” y es real. Y no encuentro o no pienso que haya mejor manera de entenderlo o de reflejarlo si no es en mi propia vida, en el apostolado que hago, en la agrupación que dirijo, en el servicio al que estoy vinculado, en mi trabajo, en mi universidad, en mi amistades, en todo, en todo veo los rasgos del mvc que también hay en mí.  porque estamos hablando de mi identidad, de tu identidad, la identidad que suscito el Espíritu en Luis Fernando y en la primera generación del Sodalitium o de la familia sodalite más propiamente con los sacerdotes y matrimonios que se vinculaban, porque entonces veian en la espiritualidad algo que les respondia también a ellos, en su modo de ser, en su modo de vivir y plasmar la fe, la caridad y la esperanza. Muchos de ellos siguen con nosotros todavía hoy en los diversos países donde estamos y son el testimonio fiel de lo que es ser emevecista y de lo que es transformar el mundo para Dios como un emevecista.

Lo segundo.- Un camino de santidad:
Hablar de la identidad emevecista no es algo sencillo, de hecho creo que hay muchas cosas que he dejado fuera para entender mejor lo que es. Podría citar muchos libros, comentarios de otras personas, otros testimonios; en fin. Creo que he podido centrarme en ahondar desde mi interior en lo que es. Un camino de santidad. Y eso es estar en el mvc, estar en un camino de santidad. En el camino por excelencia que el Señor ha puesto para que yo sea santo. Porque mi identidad tiene características tan propias que no puede caber en cualquier lugar. Su concreción, su hacerse vida en la historia solo puede hacerse a través de un camino particular que hoy descubro que está en ser emevecista.

Luis Fernando dice que “vivir cotidianamente en Cristo y según Él, es el camino a la santidad” quisiera valerme de esta frase para explicar como el movimiento es un camino de santidad, con características muy particulares y como el ser emevecista conlleva un constante caminar hacia la santidad de vida.
Quisiera poder hablar de una definición muy sencilla, pero muy bonita que leí en internet de lo que es ser santo: “ser santo es ser amigo de Jesús”.  y de alguna manera así también lo entendemos en el Movimiento.  Porque como dice un sodálite; Ignacio Blanco en el libro “el camino de la santidad”: “hablar de la santidad es hablar de la meta que debe coronar todos nuestros esfuerzos COTIDIANOS”.  Y es que en eso cree fielmente el Movimiento; los emevecistas. En que yo diariamente con lo que hago, como lo hago puedo llegar a ser santo; a ser un intimo amigo de Jesús. El emevecista vive en la espera y en la esperanza cotidiana  de tratar de vivir como Jesús vivió y no de otra manera.

Ese tratar de ser como Jesús, tiene muchas facetas o caras a través de las cuales un emevecista va creciendo poco a poco en su amistad con Jesús. Una de ellas es el ardor apostólico. Algo que me pasa muy comúnmente hoy es mirar hacia atrás las cosas que he hecho o he vivido y me doy cuenta con frecuencia de que mi actitud es la de aquel que mira lo que ha vivido, lo agradece y no se arrepiente. Ahora al conversar con agrupados, amigos, amigas, etc. viéndome hacer apostolado, me entusiasmo como cuando a uno le regalan lo que tanto ha esperado. Es como si Dios en esos momentos me regalara el cielo y es que para mí que no hay mejor lugar para encontrarse con Dios que haciendo apostolado, que anunciándolo, que llevándolo a otros; porque eso es lo que quiere de mi, de ti. Una palabra, un gesto, un símbolo que acerque al Señor a otras personas y ese  es un medio; el medio por excelencia a través del cual un emevecista se hace santo, llevando a otros al Señor.

Otro elmento importantísimo es la piedad filial a Santa María. Tan propia de los emevecistas,  tan propia de la Iglesia. La Madre siempre ha tenido un lugar privilegiado en el corazón del mvc. Para nosotros ella es escuela de discipulado, de fe, de oración, de vida cristiana.  Y como emevecistas no podemos dejar de acercarnos a ella en todo momento, no podemos dejar de volver la mirada a su corazón. Nos nace decirle: “María ayúdame a ser como Jesús, ayúdame a acercarme a Él, enséñame a ser su amigo.” Para el emevecista, Ella es modelo de acogida y de fidelidad al Plan de Dios y nos lo enseña siempre con su generoso hágase que pronuncio a lo largo de toda su vida. Y es que de verdad, nadie me puede ayudar a acercarme a Jesús mejor que Su Madre, aquella que en el orden de la gracia, también es mi madre que me ama profundamente y que me va a ayudar a ser uno con Jesús como lo es ella. Solo quisiera terminar diciendo que la espiritualidad del movimiento es la espiritualidad de Maria, ese el camino por excelencia a través del cual un emevecista camina a la santidad cotidianamente siendo cada día más amigo de Jesús, viviendo en Jesús y con Él.