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Testigos de la Luz

lunes, 24 de agosto de 2009

Identidad católica en los jóvenes


«…Habrá un solo rebaño y un solo Pastor»[1]
Actualmente existen más de 38000 sectas protestantes tan solo en Estados Unidos, nacidas en su mayoría a raíz de la separación del ex monje católico Martín Lutero en 1517 quien no estuvo de acuerdo con distintas enseñanzas de la Iglesia, a pesar de haber mantenido luego de dicha separación, la veneración a la Virgen María como Madre de Dios, el culto a las imágenes y muchas otras doctrinas católicas que con el pasar del tiempo y con el aumento de divisiones protestantes se irían perdiendo para ser sustituidos por “nuevas” doctrinas.

La urgencia de que nosotros como católicos estemos bien formados e informados de nuestra Iglesia es algo fundamental, no solo para fundamentar nuestra fe y dar razón de nuestra esperanza como decía san Pedro[2], sino también para que nuestro testimonio sea verdadero.
Hoy, al igual que siempre, la Iglesia necesita de hombres santos que sean fieles y que sigan una vida cristiana coherente, debido a que no existe aquello de que: “Yo acepto a Dios pero no a la Iglesia”… esto es algo inconcebible, debido a que Jesucristo es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia
[3], en otras palabras, Jesús y la Iglesia son Un Solo Cuerpo, por tanto no pueden separarse.
A pesar de esto, es común escuchar tantas veces de católicos que creen en Dios pero no asisten a Misa porque no les parece emocionante, no se confiesan por vergüenza o no rezan por falta de tiempo. Éstas y muchas más son el pan de cada día de muchos cristianos que no conocen la riqueza de la Iglesia de Cristo y la importancia de creer en Ella.

Al igual que esto, también es común la ola de proselitismo que se ha desatado a raíz de tantos países que, perdiendo sus raíces que son católicas, le han abierto la puerta al protestantismo. Es urgente entonces como decía el Papa Juan Pablo II, una nueva evangelización para hacer de la fe una fuerza de auténtica libertad[4]

Nosotros los jóvenes como el corazón de la Iglesia somos los primeros que debemos responder a este llamado de ser Testigos de la Luz y anunciar a Jesucristo en primera persona a través de todos los medios posibles, comenzando por buscar formarnos en nuestra fe católica, ganando criterios de Verdad leyendo libros y culturizándonos mucho más para no ser tierra de abono para la manipulación.
No seamos conformistas con lo que nos ofrece el mundo, porque detrás de una alegría pasajera y un amor vacío se esconde la tristeza y la soledad. Hay que atreverse a vivir la verdadera aventura de la vida cristiana que nos impulsa a amar verdaderamente y a experimentar la felicidad que no termina.

Ya Dios a través de su Iglesia ha respondido a las necesidades de este mundo actual desde el Concilio Vaticano II, cuando por el soplo del Espíritu Santo nacieron los movimientos eclesiales que son un camino concreto de fe para seguir una vida cristiana coherente, ya no de espaldas al mundo, sino de frente, siendo fieles al Santo Padre, devotos a la Madre de Dios y portadores de la Esperanza que solo se obtiene en el encuentro verdadero con la Persona de Jesucristo.

Recordemos que somos no espectadores, sino protagonistas de la Nueva Evangelización.[5]

Sería bueno que vean este video: http://www.youtube.com/watch?v=ntwncXj8DTE

[1] Juan 10, 16

[2] 1 Pedro 3, 15

[3] 1 Colosenses 1, 18

[4] Exhortación Apostólica Christifidelis Laici Cap. III, 34

[5] Mensaje del Papa Juan Pablo II a los jóvenes, 1993, 4, 5

sábado, 22 de agosto de 2009

el apostolado y la libertad de la persona

A medida en que uno conoce a mayor profundidad el hermoso misterio que supone conocer a Jesucristo cada vez más, se topa uno con una especie de nostalgia por llevar ese precioso tesoro, esa perla escondida, a las demás personas que por voluntad de Dios se introducen en nuestras vidas.
Esa nostalgia por compartir a Jesucristo, ese clamor que desde lo profundo del corazón se enciende deseoso de llevar a Cristo a las demás personas es lo que humanamente podríamos llamar apostolado.

Todo ser es único e irrepetible pero todos los hombres guardamos en el interior más profundo de nuestro ser una similitud que nos une más allá de un simple lazo de sangre. Todos poseemos indudablemente la huella imborrable de Cristo, cada uno en su mismidad está llamado a responder a un plan en especifico en una vocación particular, a su vez cada persona es libre de responder a esa misión y a esa vocación. Es que fruto de infinito Amor de Dios nos ha llegado la libertad, Dios nos ama tanto que nos respeta, Él respeta nuestra acogida o nuestro rechazo. Esa es la palabra Dios, Cristo, nos respeta.

Dentro de la Iglesia universal se habla siempre de cómo al igual que Cristo hizo debemos salir al encuentro de nuestros hermanos, pero al igual que Cristo hizo significa también respetar a la otra persona, ese respeto que nosotros tenemos que tener no es un freno al apostolado; ese respeto dignifica en sumo a la persona humana porque se basa en el mismo respeto con que Cristo nos respeta. Cada uno es libre de responder a su misión personal y nosotros no podemos forzar a la persona a responder a algo que simplemente no desea.

Claro es pues, que el celo apostólico de quien se ha encontrado con Cristo no se permite a sí mismo el dejar de anunciar a Cristo en la medida máxima de sus posibilidades y capacidades. Pero el buen juicio nos indica que hay que hacer lo que hacer y cómo se debe hacer, nos indica por iluminación de espíritu en recto discernimiento en quien o como debemos obrar para el bien de las Almas y la Gloria de Dios. Si alguien acaso no responde a su vocación, con la pena supone –pues somos conscientes de su condenación si no lo hace- hay que dejarlo ir, porque si lo respetamos, reconocemos que es libre para optar; en tal caso, por lo hay que velar es para que esa persona no incurra en los caminos del maligno, hay que rezar mucho por aquellas personas para que respondan con firmeza y fidelidad.

Actuar con deferencia, es decir, con respeto, repito supone dignificar aún más a la persona pues es tratarla de igual manera en que Cristo nos trata a nosotros. No todos van a convertirse, no todos van salvarse, no todos han de perseverar, nosotros tenemos que hacer lo que nos toca y eso no siempre significa buscar desmedidamente acercar a todos los que nos encontramos a Cristo.

El apostolado se da en irradiar a la otra persona a Cristo y para eso hay que esforzarse día a día por ser otros Cristo, desde nuestra propia realidad laical o clerical. Para esto tenemos por supuesto el testimonio a lo largo de la vida de la Iglesia de los Santos; hombres de Dios que buscaron irradiar a Cristo en primera persona y para realizar milagros no les basto sino con su testimonio de encuentro con Cristo. Dicen que una imagen vale más que mil palabras y es por eso que su testimonio vale Iglesia; vale oro. Hombres valientes que vivieron no solo hablar y predicar sino para actuar, hombres de acción, que buscaban en todo momento, en todo gesto, mostrar un poco de ese Cristo universal. Siempre respetando la libertad de los demás para tomar un poco de ese gran tesoro de cual ellos eran participes.

Recuerdo una lectura de las escrituras que menciona cuando Jesús en una tierra expulsa a dos ferocísimos demonios que asustaban a la población y los tira junto con los cerdos por un barranco y hay algo que me llama la atención pues esa lectura también menciona que los que vieron ese prodigio de Jesús lo rechazaron al ver su poder, lo botaron de sus tierras y –supongo triste- solamente se retiro de allí con sus acompañantes.

Aquí vemos un ejemplo claro de cómo Cristo nos respeta por Amor en nuestro sí y en nuestro no. Y en vez de buscar convencernos de algo, pide perdón por nosotros, ora por nosotros al decir «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Los santos trataron todos los días de parecerse a Cristo y llevarlo así a todo el mundo, sigamos pues el ejemplo de los santos y sigamos a Cristo que es «el Camino, la Verdad y la Vida»

martes, 4 de agosto de 2009

Jóvenes: protegonistas del cambio en el mundo de hoy


Hoy por hoy a todos nos es posible ver en los diferentes países del mundo dictaduras, problemas políticos, económicos, sociales, etc. En las noticias a cada hora aparece una noticia mayormente acerca de algo grave, de algún accidente o alguna pugna de poderes en algún rincón del mundo. Hay gente que muere, que llora, que protesta, que está en guerra, que sufre, entre otros. ¿Qué le está pasando al mundo? ¿Acaso no te das cuenta que hay generaciones que han de venir, que están matando a la sociedad?

Los jóvenes somos los que hemos de vivir y gobernar este planeta de aquí a algunos años más; todos los gobiernos dicen que los jóvenes somos el futuro de las naciones, que la preocupación estatal debe volcarse de lleno hacia nuestra formación intelectual, ya que cada día el mundo en este ámbito exige más y más, pero algo muy contradictorio es cuando se nos consulta por algún cambio en la sociedad y al ver nuestras respuestas que reflejan un anhelo de cambio radical, nos silencian alegando que todavía no somos capaces de decidir cosas tan cruciales y que el cambio social proviene del impulso del estado y no de la sociedad misma.

Tanto tú como yo estamos llamados a tomar la posta del cambio que deseamos, por una sociedad más solidaria y más auténtica en sí misma, donde la guerra no sea una excusa por no saber dialogar, donde la pelea de clases no exista sino mas bien la constante cooperación de las mismas en busca del desarrollo y del bien común. No puedes de ninguna manera ser indiferente con la realidad que te rodea, no puedes elegir ser espectador, recuerda que si no haces tú parte nadie la hará por ti. El grano de arena que pongas en este ideal bien ha de hacer la diferencia. Hay que ser protagonistas.

El cambio no se logra solo con palabras, se necesita también el ejemplo. Debemos ser testimonio, ser fiel reflejo de lo que buscamos, para que así aquel que vea nuestra batalla por un cambio se nos una, para ya no ser uno sino dos y posible más. Nuestro joven corazón pide sin cesar que luchemos por nuestras convicciones, que no se apague ese ardor por luchar por un mundo cada vez más justo, lleno de amor, lleno de Dios. Él nos muestra cómo debemos actuar, como debemos proceder para lograr que nuestra sociedad sea cada vez más acorde con el Plan de Dios, de Amor, de Fraternidad y de Paz.

Debemos ser gestores del cambio para el cual deseamos vivir, tú y yo debemos cargar con las incoherencias de los que nos precedieron y con la ayuda de Dios, que es Amor y que es el Sumo Bien, luchar para que sean buenas para aquellos que han de venir después de nosotros. Nunca con armas, ni guerras, ni peleas sino con Amor, con bondad, con caridad. ¿Sí tú no empiezas ahora a vivir para cambiar el mundo entonces, quien lo hará?

Debes responder a los anhelos de tú corazón y para esto debes acercarte a quién te conoce totalmente, el Señor Jesús, solo Él puede responder a los anhelos más profundos de tú corazón, solo Él puede decirte cuál es el grano de arena que debes aportar a este mundo deseado de un cambio para mejor. ¡Es ahora, es tiempo de cambiar! Y tú mi joven amigo debes ser parte de esta historia, debes ser protagonista de la misma.