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Testigos de la Luz

jueves, 30 de junio de 2011

Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Ayer fue la solemnidad de San Pedro y San pablo, Roma y la Iglesia entera se llenaban de gozo y alegría al celebrar la memoria de estos grandes santos, príncipes de la fe. El Santo Padre por su parte, recordaba con alegría el momento que para el es el más importante de su vida; su ordenación sacerdotal. y las breves palabras que dirigía a los fieles en la Plaza San Pedro estaban cargadas de mucha profundidad y sencillez, como quien compartía una experiencia de fe entre hermanos. A continuación publicamos las palabras que el Santo padre dirigió a los fieles en el rezo del Ángelus:


Hoy en la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, patronos de esta ciudad, cantamos así: “Dichosa Roma, porque fuiste empurpurada por la preciosa sangre de estos grandes príncipes. No por tu alabanza, sino por sus méritos ¡superas toda belleza!”. Como cantan los himnos de la tradición oriental, los dos grandes apóstoles son las “alas” del conocimiento de Dios, que han recorrido la tierra hasta sus confines y han subido al cielo; ellos son las “manos” del Evangelio de la gracia, los “pies” de la verdad del anuncio, los “ríos” de la sabiduría, los “brazos” de la cruz (cf. MHN, t. 5, 1899, p. 385). El testimonio de amor y de fidelidad de los santos Pedro y Pablo ilumina los pastores de la Iglesia, para conducir los hombres a la verdad, formándolos a la fe en Cristo. San Pedro, en particular, representa la unidad del colegio apostólico. Por este motivo, durante la liturgia celebrada esta mañana en la Basílica Vaticana, he impuesto a 40 arzobispos metropolitanos el palio, que manifiesta la comunión con el obispo de Roma en la misión de guiar el pueblo de Dios a la salvación. Escribe san Ireneo, obispo de Lyón, en el siglo II, que a la Iglesia de Roma, "propter potentiorem principalitatem” [por su peculiar principalidad], deben converger en ella todas las demás Iglesias, es decir, los fieles que están en todas partes, porque en ella ha sido custodiada siempre la tradición que viene de los apóstoles (Adversus haereses, III,3,2).

Es la fe profesada por Pedro la que constituye el fundamento de la Iglesia: “Tú eres Cristo, el Hijo del Dios viviente”, dice el Evangelio de Mateo (16, 16). El primado de Pedro es una predilección divina, como lo es también la vocación sacerdotal: “porque eso no lo ha revelado ni la carne ni la sangre, -dice Jesús- sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16,17). Así ocurre a quien decide responder a la llamada de Dios con la totalidad de la propia vida. Lo recuerdo con mucho gusto en este día, en el cual se cumple mi sexagésimo aniversario de Ordenación sacerdotal. Le doy las gracias al Señor por su llamada y por el ministerio que me ha confiado, y doy las gracias a todos aquellos que en esta circunstancia, me han manifestado su cercanía y apoyo a mi misión con la oración, que de todas las comunidades eclesiales sube incesantemente hacia Dios (Cf. Hechos 12, 5), traduciéndose en adoración a Cristo Eucaristía para acrecentar la fuerza y la libertad de anunciar el Evangelio.
S.S. Benedicto XVI
Pont.  Max.

viernes, 17 de junio de 2011

Ciencia y Fe, el testimonio de un cura católico

Publicamos en esta ocasión una entrevista realizada al P. Manuel Carreira realizada por el equipo redactor de la revista electrónica Ya es Hora donde toca el tema del vínculo que existe entre la ciencia y la fe y aclara así la postura que nosotros como cristianos tenemos que tener en respecto a lo que nos dice la ciencia.



¿De qué manera vincula su vocación de sacerdote con la de científico?

Dentro de las muchas cosas que la Iglesia hace según su misión está el educar y promover todo lo que es digno, valioso, en la actividad humana. La Iglesia, tradicionalmente, ha promovido la literatura, la poesía, la música, el arte, también la ciencia. Y como yo tenía el deseo de dedicarme a la ciencia y de enseñar, mi labor de científico ha ido en esa dirección de servir a la Iglesia como científico, pero también tenía el deseo, muy importante para mí, de ser sacerdote. (...) Cumplo lo que la Iglesia quiere del Observatorio Astronómico Vaticano, que tiene que hacer presente a la ciencia en el mundo de la Iglesia, y hacer presente a la Iglesia en el mundo de la ciencia.

¿Ciencia y fe son opuestas?
No, al contrario, se ayudan mutuamente. Son dos maneras distintas de conocer, pero ninguna de ellas es completa. La fe no me dice nada de cómo se mueven los astros, del funcionamiento de la naturaleza, de las estructuras vivientes. Por otra parte, la ciencia no me dice nada de lo que no se puede medir, no se puede experimentar: ni de lo que es el criterio de belleza para una obra de arte, ni del criterio de bondad para la ética o por qué el universo existe, o para qué existe, ni me dice nada del mundo del espíritu en general. La fe y la ciencia se deben respetar y ayudar mutuamente.



¿Y qué tiene que ver el Génesis con la Biología y la Geología?
Cuando se habla del origen del hombre es común esta pregunta. No hay tampoco oposición. El Génesis no es un libro de Biología ni de Antropología sino que poéticamente nos dice que Dios se preocupa del hombre como hijo, al prepararle la casa y al hacerle de una forma especial, cuidadosamente, moldeando su cuerpo y dándole su propio espíritu de vida.

Por otra parte, la Biología explica la evolución orgánica, pero no la aparición de la vida inteligente (...). El misterio del paso de la vida no inteligente a la vida inteligente está sin solucionar todavía (...) Lo único que cabe pensar es que procede de Dios, Inteligencia suma y el único que puede crear algo espiritual.



Como cristianos, ¿cuáles son los criterios para creer razonablemente?
Como cristianos sólo aceptamos lo que dice nuestra fe acerca de verdades teológicas, las cuales son de orden distinto al científico, como ya he dicho. La ciencia nunca ha encontrado un hecho que vaya contra la fe, ni una ecuación puede demostrar nada contra la fe, ni un instrumento puede medir la existencia de Dios o la existencia del alma ni puede decirnos si una acción es buena o es mal. Todos esos aspectos no tocan a la ciencia y deben dejar abierto el camino a la fe.


¿Cómo concibe a Dios?
Es la realidad suprema, es la existencia pura por sí misma. Nadie le puede dar la existencia, nadie le puede añadir nada ni quitar nada, no está sujeto a ninguna de los cambios que nosotros tenemos en la vida, ni de lugar ni de tiempo ni de forma ni de ninguna otra característica. Por eso es la plenitud de sabiduría y poder, la plenitud de hermosura y, finalmente, con el magnífico atrevimiento de san Juan, podemos decir que Dios es Amor.



El P. Manuel M. Carreira, S.J. es Licenciado en Filosofía por la Universidad de Comillas y de Teología por la Universidad Loyola de Chicago. Su formación como científico incluye el Master en Física (John Carroll Univ., Cleveland) y el Doctorado con una tesis sobre rayos cósmicos (The Catholic Univ. of America, Washington). Desde 1970 ha ejercido la docencia e imparte conferencias por distintos lugares del mundo sobre temas que relacionan la ciencia actual con la problemática filosófica y teológica.

lunes, 13 de junio de 2011

La inquisición ¿Verdaderas mentiras?


Es impresionante leer en el internet o incluso en los centenares de libros publicados por “aparentemente” distinguidos investigadores o historiadores, que en este artículo en honor a la verdad llamaremos pseudo-historiadores que han dedicado años de su vida a difundir e implantar una mentalidad rechazante y exagera de muchas de las cosas que sucedieron en el período de la inquisición y de su naturaleza misma.

La Inquisición fue un tribunal eclesiástico, cuya finalidad era justamente ante las herejías y cismas que en esa época se propagaban por Europa y Medio Oriente defender –o mejor dicho mantener- la recta doctrina de la fe apostólica. Esta institución se la reconoce también como la Congregación del Santo Oficio establecida por el Papa Paulo III «"Sacra Congregatio Romanae et universalis inquisitions seu sancti officii" mediante la constitución del "Licet ab initio" del 21 de julio de 1542»[1]

Era un tribunal compuesto por una serie de cardenales, en total seis, en institución de una corte final de apelaciones en materia de fe. Fue la primera de las congregaciones. Su personal incluyo jueces, oficiales, consultores, rectificadores y calificadores. «Durante las primeras tres décadas del siglo XIII, la Inquisición, como institución, no existió. Pero eventualmente la Europa cristiana estaba en peligro por la herejía, y la legislación penal referente al catarismo estaba en tal condición que la Inquisición parecía una necesidad política. Que estas sectas eran una amenaza a la sociedad cristiana había sido reconocido por la mayor parte por los gobernantes del área bizantina»[2]

En la llamada “inquisición” –se dice- se imponían penitencias de muerte como acudir a la hoguera, morir ahorcados, etc. En realidad en este tribunal –que como decíamos antes buscaba la ortodoxia en el fondo y praxis de la fe- se imponían penitencias como rezar algunas oraciones (particularmente los salmos; en especial los penitenciales), hacer determinadas obras de caridad (aplicadas a cada caso individualmente), « Incluso muchas veces bastaba el arrepentimiento para que no se le castigara nada»[3]
Tocando el tema de la famosa “hoguera” que muchos pseudo-hisoriadores, dicen sucedió, rectificamos que eso no es tan cierto como tal lo afirman. Existen algunas exageraciones de por medio. Podemos leer en varios documentos o libros que bajo este castigo murieron miles de personas entre católicos y no católicos (mayormente no católicos). Respecto a esto podemos decir dos cosas: primero que, a los no católicos no se los juzgaba por el simple hecho de no profesar la fe de la Iglesia, pese al error que pudiesen tener de doctrina, fuera de los católicos, aquellos que eran juzgados o llamados a comparecer a este tribunal eran los llamados “judaizantes”[4] que eran los judíos que se hacían pasar por conversos católicos y los “moriscos”[5] que eran los que falsamente se habían convertido al catolicismo por conveniencias sociales para no ser expulsados de España y en varios para destruir a la iglesia desde dentro de la jerarquía, ya que varios moriscos de la época gozaban –en especial en España- de una posición influyente referente a la jerarquía católica.

Tampoco es cierto, como muchos afirman que “los castigos otorgados los oficiaba la autoridad eclesial” y de que los católicos respaldados por la inquisición eran unos intolerantes y despectivos frente a las personas de otras denominaciones religiosas. Ante esto cabe decir que tal afirmación es sin duda una mentira no mayor al mito del famoso “hombre-luciernaga” de los Estados Unidos. En honor a la verdad podemos decir que lo que la Iglesia otorgaba entonces eran los “autos de fe” que determinaban si una persona era culpable o no del tema en cuestión, era el poder civil del lugar el encargado de imponer el castigo respectivo según la acusación.

También se dice que ningún católico piso nunca aquellos tribunales. Hay que estar ciegos ante la historia para no ver la mentira que hay aquí, en especial cuando es de saber que incluso fueron dos santos los que pasaron por este tribunal, nos referimos a santa teresa de Ávila y San Juan de la Cruz, de la Orden de los Carmelitas Descalzos.
También es verdaderamente falso de que “solo la Iglesia católica tuvo en su mano algo como la inquisición”. Por ejemplo vemos que Isabel de Inglaterra mató a más católicos en un año que la inquisición española en toda su historia[6].
«La razón por la cual Todos, hasta el mismo Calvino (reformador protestante), hacían esto, es porque ellos creían en un principio social que en aquel tiempo existía: "cuyus regio ipsius religio"= del que es la región es la religión. Así que si el príncipe, el rey o el gobernante era católico el pueblo mayormente sería de esa fe, si era luterano de igual manera, si era calvinista o musulmán sería el pueblo de esa fe. Estar contra la religión era estar contra el rey.»[7]

Ante tantas mentiras que se han difundido en los últimos tiempos sobre este tema, cabe recalcar que este pequeño artículo busca responder de manera sencilla a varias de las mentiras que se difunden sobre esto y que mancillan en honor a la verdad la Tradición de la Iglesia y la memoria histórica de los pueblos. Se pueden encontrar y leer en enciclopedias o en internet, documentos e información de lo que realmente sucedió y porque en aquella época. Intentar juzgar la inquisición con criterios de hoy –como muchos sociólogos y analistas lo hacen- es un verdadero anacronismo, es decir, un análisis “fuera del tiempo” y equivaldría a si juzgáramos hoy a los Incas de ser destructores del medio ambiente, y/o de ser unos paganos increyentes. Baste recalcar que hay que ver las cosas como son en todo momento.


[1] Ver en Enciclopedia Católica, la Inquisición. El Santo Oficio en Roma.
[2] Ver Blötzer, Joseph. “Inquisition”. The Catholic Enciclopedia, Vol. 8.
[3] Martín Zavala, M.P.D. “La Inquisición ¿Qué hay de verdad en todo esto?”
[4] René X. Pereira. “Los Judaizantes del siglo XXI”
[5] Ver en Enciclopedia Libre Universal. moriscos
[6] Cobbet, William. “Historia de la reforma protestante”.
[7] Martín Zavala, M.P.D. “La Inquisición ¿Qué hay de verdad en todo esto?”