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Testigos de la Luz

lunes, 21 de septiembre de 2009

La santidad en la vida cotidiana


Hablar de “santidad” en nuestros tiempos causa en muchas personas un impacto tan ajeno a ellos mismos. Es como hablar de una cuestión mítica, irreal o imposible. Mientras que en otros casos, se ve como algo posible, pero no para ellos, sino que, está destinado tan solo para un pequeño grupo de “elegidos”. Algo así como una aristocracia espiritual. Sin embargo, la urgencia de responder a este llamado universal se hace cada vez más palpable, especialmente con el desfavorable avance de la cultura de muerte a costa de la moral.
No es tan solo una cuestión que conlleva al ámbito religioso, sino que trasciende a todos los ámbitos del ser humano que se desarrolla en esta sociedad.

Este mundo que tantas veces lo asociamos al título de “un mundo en crisis” continuará en su estado de crisis y aumentará la inconsciencia frente a la realidad, puesto que el hombre busca las respuestas a esta crisis –que es real- en cuestiones meramente exteriores e intrascendentes, cuando la respuesta a la crisis se encuentra en su interior, en su mismidad.

LA SANTIDAD COMO JUSTICIA SOCIAL
No está de más evidenciar la verdadera necesidad de que el hombre tome consciencia de su vocación a ser santo, puesto que más allá de que no es imposible, está la evidencia de hombres y mujeres cuya santidad irradió un verdadero modelo de persona, cuyo peregrinar en nuestro mundo hizo de la sociedad que lo rodeaba, un lugar mejor.
Apoyándome en este hecho es posible demostrar, no solo que es posible, sino necesario para todo cristiano, para el bien de la sociedad, llegar a ser modelo de humanidad, como Jesucristo.
Ya lo decía el Concilio Vaticano II: “Todos los fieles cristianos, de cualquier condición o estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre”[1]

Citando al Concilio, entramos a un terreno eminentemente cristiano. ¿A qué otro terreno podría apuntar la realización personal del ser humano, sino a la Persona de Jesucristo?

TODOS SON LLAMADOS A LA SANTIDAD…[2]
De esta forma lo afirma el Catecismo. Todo bautizado, por exhortación directa de Dios Padre[3], Hijo[4]y Espíritu Santo[5]es llamado a la santidad, puesto que sólo de esta manera encontrará la plena realización y felicidad.
El modelo de santidad de estos tiempos no es ya, a través de milagros extraordinarios o manifestaciones sobrenaturales, sino más bien a través de la relación íntima y profunda con la Persona de Jesucristo que se refleja a través de las acciones de la vida cotidiana. Acciones que deben irradiar alegría profunda y sentido trascendente. Llenando de esta Luz[6] todos los ambientes en los que se ve inmersa la persona: hogar, trabajo, universidad, escuela, colegio, etc.
Entendiéndonos como hijos de Dios comprendemos que no pudimos haber sido llamados sino a algo grande, trascendente y digno de Quien hace el llamado.
De esta forma, la santidad en la vida cristiana/cotidiana toma el sentido verdadero. Una completa aventura digna de ser vivida con valentía, con garra y con pasión.
No es extraño notar el sin sentido que viven muchas personas al no tener claro el horizonte de sus vidas. Incluso es más notorio en aquellas personas que quieren saber “hacia dónde van”, sin siquiera haberse preguntado “de dónde vienen”.

Jesucristo vino a mostrarnos como ser hombres de verdad, siendo hijos en el Hijo, nacido de Mujer, probada en los dolores.
Una forma concreta de entender el verdadero sentido es aprendiendo de esta Virgen Madre la vivencia de la santidad en la vida cotidiana a través de las virtudes.
La paciencia en las labores de la casa o del trabajo, la fidelidad a la vocación particular, ya sea como esposo/a en las cuestiones del hogar o como religioso en las distintas responsabilidades pastorales, la caridad con aquellos que no son tan buenos con nosotros, en fin, hacer del amor algo concreto en el servicio a los demás.

ENEMIGO ETERNO DE LA SANTIDAD
“Un santo triste es un triste santo”[7]. De esta forma denunciaba santa Teresa de Jesús el daño que causaba en un alma de Dios la tristeza.
La alegría juega un papel fundamental en la vida cristiana, puesto que refleja la veracidad de nuestro encuentro con el Señor Jesús. De esta forma, es imposible anunciar a Jesucristo con tristeza y abatimiento, por lo cual debemos invocar al Espíritu, cuyo fruto es la alegría auténtica y verdadera[8].


[1] Lumen gentium, 11

[2] Catecismo de la Iglesia Católica, 2013

[3] Levítico 19, 2

[4] Mateo 5, 48

[5] Juan 3, 5

[6] Juan 8, 12

[7] Santa Teresa de Jesús, Amiga de Dios

[8] Gálatas 5, 22

martes, 15 de septiembre de 2009

los simbolos religiosos, una expresión de una cultura en el Señor


Hace poco vi un video que capto mucho mi atención porque trataba en especial sobre la profesión de la Fe como una expresión inmersa en la cultura de las personas. El video mencionado es acerca de un alcalde español en cuyo salón de sesiones había en una esquina un crucifijo del cual muchos miembros de su gabinete protestaron alegando que eso significaba atentar a la dignidad de la persona y que iba en contra de las leyes de la constitución española. Lo más interesante fue como este alcalde con pruebas contundentes y sin violar absolutamente ninguna ley derrumbó cada uno de los alegatos de los miembros de su gabinete dejando en claro que no retiraría el crucifijo de la sala.


Comento esto porque me parece un poco fuera de lugar que siendo España un país con una profesión religiosa mayoritariamente católica e históricamente un participante activo e impulsador de la evangelización de tierras americanas existan este tipo de manifestaciones anti-clericales. Y no solo lo comento por este incidente en especifico, sino porque sin darnos cuenta muchas veces en nuestro país o países hermanos también pasan estas cosas. Hace tiempo escuche de un sacerdote que: “nosotros (los sacerdotes) somos la conciencia de aquellos que caminan siempre en dirección al pecado y de los hermanos de otras profesiones religiosas”. Y poniéndome a reflexionar en torno a eso me convenzo cada vez más de que no es solo los sacerdotes, sino más bien que todo católico que vive con fervor y coherencia su fe es la conciencia de todos aquellos que por diversos motivos no lo hacen.


Ahora entrando en el tema yo me pregunto ¿Cómo es que un crucifijo puede atentar a la dignidad humana? Nosotros como católicos sabemos y creemos indudablemente que la cruz es signo del Infinito Amor de Dios para con los hombres y signo de reconciliación con Dios. La Cruz no atenta a la dignidad humana porque no es símbolo de muerte sino de Vida y Vida en abundancia; la Cruz en toda su expresión esclarece la grandeza del fin último del hombre como ser creado por el Amor y para amar y dignifica la realidad humana al punto de reconocer la filiación divina que posee como “hijo en el Hijo”.


En verdad que el hombre como tal, es un forjador de cultura, porque la cultura es todo en cuanto reposa la expresión del hombre, por eso se habla de arte cultural, cultura de música, cultura social, entre otras tantas expresiones. Entonces, siendo que el hombre es un forjador de cultura debe siempre buscar plasmar en toda su actividad aquellas expresiones que reflejan sus anhelos más profundos. Por eso se esclarece el ¿Por qué? De este alcalde español de dejar en la sala de sesiones aquel crucifijo. Porque es más que un simple crucifijo, es expresión de su creencia más profunda, de su anhelo de configuración con el Señor y de sus ansías por trabajar con Él por la construcción de una sociedad cada vez más justa y reconciliada.


El testimonio de este hombre, es un testimonio de fe que acoge al Señor en su corazón y le abre las puertas a todo su actuar en su misión ultima de ser apóstol del Señor y trabajar sin cansancio por la reconciliación. Es un testimonio que ejemplifica cuan necesaria es nuestra profesión de fe como católicos comprometidos con el evangelio que es símbolo universal de paz y amor. Es testimonio que afirma que es necesario y realmente posible trabajar por construir cada vez más una cultura en el Señor.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

¿Quién soy? y ¿Para qué estoy acá?


Me interesa sobre manera reflexionar ahora sobre estas dos preguntas: ¿Quién soy? y ¿Para qué estoy acá? Porque realmente son preguntas que uno se hace de manera constante e imposible que una persona o no se lo pregunte o no quisiese saber la respuesta.


De verdad y con total razón mencionaba Juan Pablo II que el hombre es un buscador de la verdad y es porque de verdad buscamos sin cesar esa razón, ese ¿por qué? que da sentido pleno a nuestra existencia, nuestra vida. Yo la verdad no sé cuantos han dejado ya de preguntarse estas cosas, cuantos se han sumido en la desesperanza por no saber cómo buscar, por no saber donde, por no tener a alguien que les haya iluminado la mente con estas razones que en verdad solo pueden ser contestadas desde la persona de Jesucristo.


“solo él”, decía el Santo Padre, “solo él conoce lo que hay en el corazón de los hombres, solo él” lamentablemente el mundo cada día nos fuerza a dejar de preguntarnos estas cosas. Es consciente de que al preguntarnos esto descubriremos sin lugar a fallas ese sentido pleno que brota desde nuestro interior gracias a la huella imborrable de Dios en nosotros. Estoy consciente como tú de qué estás en realidad buscando algo que le sentido a tu vida, porque no estás hecho para cosas pequeñas, no estás hecho para las respuestas cortas. Tu naturaleza entera trasciende más allá de tu propio conocimiento y es que ninguna persona en esta tierra puede decir que sabe ser persona pero sí que está luchando por cada día ser realmente persona.


Saber quién eres, saber adónde vas, saber porque existes es fundamental para tu felicidad, ¡no puedes dejar de buscarlo!, ¡no puedes vivir como si no pasara nada! Tú misma naturaleza te hace sensible hacia contigo mismo y hacia con los demás, es algo que te debes preguntar porque debes hallar la respuesta, pues, si no lo haces caes un suicidio, en una muerte en vida que termina por generarte una tremenda infelicidad porque tú estás llamado a responder a tú identidad más profunda, al sentido último de tu existencia.


Tú misión es hallar la razón de tu vida, la misión que tienes acá y ayudar a otros que como tú se preguntan lo mismo a hallar su misión, el fin de sus vidas, que por siempre es algo grande. “Deben plantearse siempre el ideal de los grandes desafíos, de las grandes esperanzas” así decía Mons. Walter Darío Maggi en una de sus homilías y me apoyo en ellos para comentarles ahora la importancia de que se pregunten estas cosas y que a luz de Jesús descubran esa misión que desde siempre les ha sido encomendada. Porque el Señor Jesús que conoce el corazón de los hombres puede responder a las interrogantes más profundas del mismo. Solo el Señor Jesús puede dar sentido pleno a nuestras porque ES la Vida.