Mucho se habla de que Estado e Iglesia son dos entidades aparte al momento de dirigir una nación en particular, el laicismo impartido por la revolución francesa en donde la religión era una cosa aparte de la vida social; aquella revolución donde se divorcian fe y razón de la cultura de los hombres aparece hoy con sus quimeras destructivas mermando lo que por decenios fue un armónica concatenación de poderes en lo religioso y en cuanto a lo propio del estado nacional.

La cultura es la expresión del hombre en todo tiempo, así podemos pues decir de que la cultura de nuestros pueblos latinoamericanos está hondamente impregnada de la expresión católica.
Una recta síntesis conllevaría el hecho de emplear en el estado una recta aplicación de la doctrina social de Iglesia que, iluminada por el Magisterio y las Sagradas Escrituras, brinda no pocas luces a la dirección de las sociedades y los estados. Se trata pues de alcanzar el horizonte de una sociedad cada vez más solidaria, más justa y reconciliada. Se trata de entender al individuo social no como un “voto” para los gobernantes de turno , sino más bien como una persona en concreto con preocupaciones y necesidades cuya dignidad está por sobre toda ley y que no puede ser dañada por los conocidos “caprichos electorales” que muchos han causado ya a nuestras sociedades a nivel mundial.
La Gadium Et Spes nos dice en el numeral veintidós que «El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado; Cristo, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» es así pues como la Iglesia que es Esposa de Cristo, como madre y maestra que es, le muestra a los hombres a través de la doctrina social el horizonte de la anhelada civilización del amor. Su objetivo reconciliador y santificador nace del «encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias éticas con los problemas que surgen en la vida de la sociedad»[1] está pues hecha para acompañar tanto a fieles como no fieles en el caminar diario buscando iluminar sus vidas y acciones con el mensaje de Cristo Reconciliador y Salvador de los hombres.
[1] Orientaciones para el estudio de la enseñanza de la doctrina social de la Iglesia, ediciones Paulinas, pg. 9, Bogotá, 1989