Sucribete a nuestro feed

Testigos de la Luz

lunes, 8 de marzo de 2010

En torno a Mt. 21, 33-45 -la parábola de los viñadores homicidas-


Creo que la historia del viñador y los trabajadores homicidas es una historia que poco a poco se plasma en las diversas ramificaciones de nuestra sociedad e incluso puede llegar a decirse lo mismo sobre el hombre y la mujer de hoy.


Esa tentación envidiosa del “seréis como dioses” se plasma en no pocas actitudes concretas de nuestra vida cotidiana. En la figura de los trabajadores vemos a ciertas figuras mundiales que absorbidos por esta tentación se afanan en cientifizar o tecnologizar al mundo para que poco a poco se valla olvidando a Dios de la realidad humana. No solo con el afán de adormecer las conciencias de esta realidad sino creando para su total eliminación sucedáneos sustitutos de aquella única Divinidad.

Vemos también, en la figura de los mártires que están apareciendo en creciente número alrededor del mundo –especialmente en el continente asiático y el sector del oeste de África- a los criados enviados por el viñador reiteradas veces para reclamar el fruto de la viña o en su defecto poner de sí para hacer a la plantación dar fruto abundante.


En el papel del heredero de la viña vemos presente a la persona del Señor Jesús Hijo único de Dios enviado por Él para nuestra salvación. En la parábola los trabajadores homicidas, sumidos en la envidia de que Él era el heredero, deciden matarle para poder adueñarse de la viña. Lo mismo que buscan hacer el demonio y sus seguidores para matarle y sumir en profundo pecado a este mundo. A Cristo lo mataron, lo crucificaron pero al ser Dios mismo no puede morir, con su muerte el compró por adelantado los frutos de la viña; con su sacrificio nos adquirió desde antes de nuestro nacimiento y desde entonces nos cuida con diligencia para que podamos ser un fruto agradable al Padre. Con su muerte Cristo vence a la muerte y al pecado y nos gana la salvación del Alma.


Podemos observar en todo esto que el mal se consume a sí mismo, pero el Amor; que es bien, prevalece ante todo. El mundo no está solo porque sí, sin explicación lógica alguna. El mundo está mal porque hace falta más bien. A mayor bien menor mal y solo puede alcanzar el hombre ese Sumo Bien en su realización por la santidad, es decir, en el alcance total de la plena filiación Divina; que es una fuerza de Bien realizante en la mismidad del hombre.


El bien y el mal no son realidades ocultas e inventadas por la moral de nuestros tiempos. Dios no es algo abstracto creado según la medida de cada persona. Dios es el Ser subsistente, Él existe y es real y se nos revela por Amor en la persona de la Santísima Trinidad, Él busca que todos demos frutos de Bien; que permanezcamos en su ser, que permanezcamos en el Amor. No como los trabajadores envidiosos que movidos por el mal se consumen en el odio y la tristeza y que buscan que nos alejemos totalmente de dar ese fruto agradable al viñador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario