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Testigos de la Luz

martes, 3 de agosto de 2010

Bien ¿aburrido? mal ¿divertido?


Siempre se piensa que una persona que no experimenta lo malo, aunque sea en una cantidad muy reducida, es una persona limitada, aburrida, en fin. Un miedoso que no vive a plenitud.
Pero entonces, cabe preguntarnos. ¿para el ser humano de hoy que es plenitud?. Acaso será desafiar las barreras y los limites de lo bueno y lo malo. Acaso será un vivir al extremo de la vida. ¿seré un hombre plenamente yo si vivo haciendo lo que quiero, lo que me da la gana aún con la conciencia del daño real que me hace a mi mismo y a los demás?

Hace poco que vengo escuchando repetidas veces por parte de la famosa empresa chocolatera Snickers un slogan que me parece sugestivamente alusivo a este tema. Después de sus comerciales “al extremo” te conquistan con su taquillera frase “¡comete el mundo!” defendiendo y a la vez promoviendo esta falsa plenitud humana. Podríamos también atrevernos a decir que promueve de una manera muy sutil la idea del hombre-dios o también superhombre del filosofo Nietsche. Entonces ¿tengo que optar por el mal para inclinarme luego a lo largo a optar por el Bien?
Pues eso es un rotundo ¡NO!

Ser verdaderamente coherente con mi interior no me puede llevar a optar por el mal. Yo opto por el mal porque soy libre totalmente de hacerlo y por consecuencia para actuar con libertad tengo que haber tenido un previo conocimiento de lo que estoy haciendo o estoy por hacer. En ti o en mi nada es “porque si”. “nosotros -nos dice el Papa Benedicto XVI- no somos una consecuencia sin sentido, sino el fruto de un pensamiento de Dios perfectamente hilado y pensado”. En todas las manifestaciones de nuestro ser. Tanto externas como las más internas totalmente reales y dinámicas vemos que este esta hecho y se orienta al Bien. Entonces, ser coherente conmigo mismo debe llevarme a vivir a plenitud ese bien al que tiendo por inercia en lo más profundo de mi. A esa busqueda real y fascinante de la Verdad, el Bien y la Belleza.

El dinamismo del amor de una persona que vive en la intimidad con Dios le impide encerrarse en el egocentrismo de buscar ser amada y no amar, pues el Amor siembra semillas en el corazón para que de este broten abundantes flores. Ademas al no ser Dios una persona lejana, ni aburrida, ni autoritaria, etc. la persona que vive con Él y en Él no calza en ninguno de los calificativos mencionados anteriormente. Mas bien busca ser con Él y en Él otro Cristo. Una persona acogedora, jovial, transparente, solidaria, seria, alegre, etc. que rechaza lo malo venciendolo con su capacidad y su firmeza en el Amor.

La plenitud humana, entonces como tal, es vivir en total coherencia con tu propio interior, siendo Bien viviendo ese Bien que esta en ser con Cristo y en Él otro Cristo en medio del mundo porque -como nos enseña el concilio vaticano II- “solo Cristo le muestra al hombre como ser verdaderamente (plenamente) hombre”.

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