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Testigos de la Luz

domingo, 28 de noviembre de 2010

El martirio en nuestros tiempos

En este último año hemos visto en no pocos medios informativos, la creciente cantidad de católicos alrededor del mundo que por defender su Fe han sido perseguidos sin descanso y hasta muertos por el simple hecho de proclamar ante el mundo y sus países que son católicos.
La mayoría de estos casos los hemos visto en medio oriente, más precisamente por  los países árabes y alrededor  de ese sector del mundo. Todo esto que le comento no es novedad alguna, en todo tiempo la Iglesia ha sufrido las bajas de sus fieles por la defensa de su Fe.

Ya el Siervo de Dios Juan Pablo II nos lo confirmaba al decir que «en este último tiempo están apareciendo por todo el mundo mártires, pero no solo a causa de su fe, sino también por causas de injusticia, violencia, guerras y hambruna».  El informe de la AIS para el 2010 sobre la libertad religiosa en el mundo que se presentó esta semana en la ciudad de Roma, nos dice entre sus resultados publicados que el número de cristianos perseguidos o discriminados en el mundo, asciende hoy a 200 millones.

Pero ¿qué sucede con todo esto? ¿Podríamos decir que se repite hoy a mayor escala la persecución a los cristianos de los primeros siglos del cristianismo, o la de los cristeros en México, o la persecución en España, o la de áfrica, entre otras no tan conocidas? La respuesta a esto es que  sí. Efectivamente es una repetición de lo ya acontecido en la antigüedad. Cierto es que ahora se da de diferente forma, ya sea por el contexto cultural, el interés social, la tecnología, el avance de los medios de comunicación, etc. Pero en esencia es exactamente lo mismo. Este mal vuelve hoy con otro nombre.

Hemos conocido el caso más reciente y público que ha habido a nivel mundial, que es el caso de Asia Bibi quien reside en un pueblo en donde su familia en conjunto con 6 familias más son las únicas católicas. A Asia la condenaron a muerte por decir a voz pública que ella no era musulmana como la mayoría de las familias de su pueblo, sino que era una fiel «Católica, Apostólica, Romana». La condenaron a la pena de muerte en Pakistán, bajo la denominada ley de la blasfemia, cuya real función ha salido a la luz desde que sucedió el arresto a esta mujer.

La Ley de la blasfemia, que es considerada para muchos como una ley para proteger la religión musulmana de las doctrinas heréticas que se pueden gestar en su interior, supuestamente debe proteger también a las demás religiones oficiales minoristas en países de mayoría musulmana. Pero en nuestros días, es considerada como el arma principal de los musulmanes para perseguir a sus “herejes” de las minorías cristianas alrededor del mundo. Vemos presente hoy esta “ley contra la blasfemia” en países como Indonesia, Pakistán, Irán, Irlanda, Finlandia y entre otros países del medio oriente y Europa donde los grupos musulmanes han ido ganado injerencia política y social.

Así como el caso de Asia Bibi, hay muchos otros alrededor de todo el mundo que sufren daños, violencia o discriminación social por el simple hecho de ser católicos. Acá realmente no está la primacía de tal o cual religión. Lo que vemos acá no es sino otra demostración de los alcances de la dimisión de lo humano que se nos presenta en el mundo hodierno, con cara de modernización y actualidad. Sí; es la dignidad de cada una de esas personas, su integridad, su unicidad lo que está en juego en cada mofa, burla, ataque o agresión que se comete contra el católico hoy en día.  Mas es el Señor quien nos ha dicho «El mundo los odiará, pero recuerden que me ha odiado a mí primero»,  «No teman pues yo he vencido» y «estaré con ustedes todos los días hasta el fin de mundo». 

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