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Testigos de la Luz

lunes, 27 de diciembre de 2010

Una nueva clase de intelectuales al servicio del hombre

"Mirad cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardándolo con paciencia" (St 5, 7). Queridos amigos, a nosotros, inmersos en una sociedad cada vez más dinámica, nos puede parecer sorprendente esta invitación que hace referencia al mundo rural, que sigue el ritmo de los tiempos de la naturaleza. Pero la comparación elegida por el Apóstol nos llama a dirigir la mirada al verdadero y único "labrador", el Dios de Jesucristo, a su misterio más profundo que se ha revelado en la encarnación del Hijo. De hecho, el Creador de todas las cosas no es un déspota que ordena e interviene con poder en la historia; más bien, es como el labrador que siembra, hace crecer y dar fruto. También el hombre puede ser, con él, un buen labrador, que ama la historia y la construye en profundidad, reconociendo y contribuyendo a hacer que crezcan las semillas de bien que el Señor ha dado.

El Verbo encarnado os pide que compartáis con él la paciencia para "construir". Construir la propia existencia, construir la sociedad, no es una obra que puedan realizar mentes y corazones distraídos y superficiales. Se requiere una profunda acción educativa y un continuo discernimiento en los que debe participar toda la comunidad académica, favoreciendo esa síntesis entre formación intelectual, disciplina moral y compromiso religioso que el beato John Henry Newman propuso en su "Idea de Universidad". En nuestros tiempos se siente la necesidad de una nueva clase de intelectuales capaces de interpretar las dinámicas sociales y culturales, ofreciendo soluciones no abstractas, sino concretas y realistas. Es muy importante la presencia de jóvenes universitarios preparados, que desean comunicar a sus coetáneos la fecundidad de la fe cristiana no sólo en Europa, sino en todo el mundo."


Extractos de la Homilía pronunciada por Su Santidad el Papa Benedicto XVI a los estudiantes de las universidades romanas, africanas y españolas, en el encuentro en Plaza San Pedro. 26-dic-2010

domingo, 19 de diciembre de 2010

¿Santa Claus o San Nicolás?

A continuación les dejó con una interesante reflexión que encontré en una revista electrónica sobre el origen de quien hoy conocemos como Santa Claus. Me parece interesante puesto que el modelo de San Nicolas para el mundo de hoy revive en nosotros el espíritu solidario y la caridad. y es que el Amor de Dios se ve especialmente representado en el Amor al prójimo; no es cuestión de regalos, Coca-Cola y la familia, sino más bien la navidad es pues el momento preciso en donde Dios se acerca a nosotros como niño y nos pide ser solidarios con Él, saliendo así a nuestro encuentro en nuestros hermanos y hermanas necesitados. vivamos pues la Navidad con ese espíritu solidario y buscando a través del Amor al prójimo, acercarnos cada vez más al Señor Jesús; El Reconciliador.


La imagen de Santa Claus, el viejecito regordete y sonriente que trae regalos a los niños buenos el día de Navidad, tuvo su origen en la historia de San Nicolás.

Nicolás nació en una antigua provincia de Asia Menor, en el siglo IV. La capital, Mira, estaba cerca del mar (hoy, corresponde al sudoeste de Turquía) y era una sede episcopal. Nicolás fue escogido obispo de esta sede y ahí se hizo famoso por su extraordinaria piedad. Estuvo encarcelado por defender su fe durante la persecución de Diocleciano. Sus reliquias se encuentran en el pueblo de Bari, Italia.

Existen varias leyendas que hablan acerca de la vida de este santo:
Se dice que fue heredero de una gran fortuna, misma que dedicó a ayudar a los pobres que conocía. Nicolás era feliz ayudando a los demás, especialmente a los pobres y a los esclavos. Era bueno, generoso y tenía un gran sentido del humor.
En cierta ocasión, el jefe de la guardia romana de aquella época, llamado Marco, quería vender como esclavo a un niño muy pequeño llamado Adrián y Nicolás se lo impidió. 

En otra ocasión, Marco quería apoderarse de unas jovencitas si su padre no le pagaba una deuda. Nicolás se enteró del problema y decidió ayudarlas. Tomó tres sacos llenos de oro y en la Noche de Navidad, en plena obscuridad, llegó hasta la casa y arrojó los sacos por la chimenea, salvando así a las muchachas.

Marco quería acabar con la fe cristiana, mandó quemar todas las iglesias y a encarcelar a todos los cristianos que no quisieran renegar de su fe. Así fue como Nicolás fue capturado y encarcelado. 
Cuando el emperador Constantino se convirtió a la fe católica, liberó a todos los cristianos y Nicolás era ya viejo. Cuando salió de la cárcel, tenía la barba crecida y blanca y llevaba sus ropajes rojos, que lo distinguían como obispo. Con todo, los largos años de cárcel no lograron quitarle su bondad y su buen humor.

Los cristianos de Alemania tomaron la historia de los tres sacos de oro echados por la chimenea el día de Navidad y la imagen de Nicolás al salir de la cárcel, para entretejer la historia de Santa Claus, viejecito sonriente y gordinflón, vestido de rojo, que entra por la chimenea el día de Navidad para dejar regalos a los niños buenos.

El Nombre de Santa Claus viene de la evolución paulatina del nombre de San Nicolás: St. Nicklauss, St. Nick, St. Klauss, Santa Claus, Santa Clós.

Para dar un sentido cristiano a la tradición: El ejemplo de San Nicolás nos enseña a ser generosos, a dar a los que no tienen y a hacerlo con discreción, con un profundo amor al prójimo. Nos enseña a estar pendiente de las necesidades de los demás, a salir de nuestro egoísmo, a ser generosos no sólo con nuestras cosas sino también, con nuestra persona y nuestro tiempo. 

La Navidad es un tiempo propicio para imitar a San Nicolás en sus virtudes. Cada año, parece como si el espíritu de Nicolás efectivamente viniera a la tierra y se introdujera a todas las casas de manera misteriosa (tal vez por la chimenea), influyendo en todas las personas, que en esta época se muestran más dispuestos que nunca a dar regalos, desprenderse de lo propio y ayudar a los demás. Seguramente, San Nicolás ha de sonreír desde el Cielo, al ver cómo la gente se vuelve generosa y desinteresada, ocultando su identidad detrás de la imagen exagerada y graciosa de él mismo.


Por: Teresa Fernandez, Revista electrónica - catholic.net 

domingo, 12 de diciembre de 2010

Hambre de Verdad....

Esta semana curiosamente tuve varios encuentros accidentados con diversas personas que abordaban desde múltiples ambientes y temas el tema de la verdad.  Ellos todos me cuestionaron profundamente y me puse a reflexionar sobre el tema de la Verdad.

Su Santidad Juan Pablo II desde siempre defendió que el hombre es un buscador de la Verdad, tiene hambre por conquistar la verdad y en este mundo hay no pocas cosas que nos remiten a esa hambre profunda de todo ser humano.  

Por ejemplo yo tengo tres que muy superficialmente esta semana me remitieron a eso:

Caso 1: una joven caminando por la calle le dice a un joven que camina con ella: “Mira, yo tan solo busco que haya como mínimo en una persona honestidad, eso es lo más importante”.

Caso 2: un amigo con el converse me dice: “Mira, hoy por hoy la gente no es honesta. Mira este rollo por Wikileaks, tanto secreto es solo basura. Yo busco ser real, honesto pues lo que me llena realmente es ser quien soy de verdad.”

Caso 3: una persona me comentaba: “la verdad hoy es como cualquiera la quiera ver, está a la medida; eso muchos lo pueden decir, pero nadie puede negar que aún así existe la verdad. Nunca la podrán negar por más difuminada que esté”

Todo esto me cuestiona. Sobre todo hoy que la verdad ya no tiene un peso en el día a día de nuestro mundo hodierno. La gente hace cosas en pro de la verdad, pero no de una verdad absoluta, no de una verdad fija sino más bien a medida en pro de la propia verdad. Así como dicen hoy “el rojo es el nuevo blanco” de igual manera “el subjetivismo es la nueva verdad”.

Pero ante este fenómeno asesino de la persona y de quien es. Hay algo que cuestiona; una especie de fuerza interior en cada ser humano que llama a prestarle atención. Se requiere hoy enfoque, visión y silencio para descubrir como hoy a pesar de todo, el hambre por la verdad por más que se acalle no muere. ¡Vive!, vive silente en el corazón y el pensar de cada una de las personas. Influye, sí. Día a día muy superficialmente vemos como las personas en su interior si buscan la verdad y vivir según la Verdad, el Bien y la Belleza. Según Cristo «Camino, Verdad y Vida» de todo hombre y mujer vivientes.

Hoy por hoy la búsqueda por la Verdad es para cristiano su misión y para esto, su particular ambiente, su campo de acción. Ningún católico puede hoy vivir en el mutismo permisista de estos crímenes contra la persona. Pues vivir en la mentira es para la persona un crimen, porque atenta contra quién es y contra quien está llamado a ser. Creado por la Verdad para en su vida toda plenificarse a través de la Verdad.

No podemos hoy callar, nos urge anunciar. Particularmente en este tiempo de adviento estamos en un tiempo de por sí privilegiado que la Iglesia nos ofrece para vivir en la conversión el anuncio y para ver en ese anuncio el Amor que se hace vida también en nuestros corazones.
Vivamos este adviento, pues, buscando en Él la verdad que anida en lo profundo de nuestros corazones y viviendo cada vez más según eso acerquémonos alegres a contemplar al Niño que nace, al Dios que se hace pequeño y que ilumina nuestras existencias con el resplandor de su Divinidad; con la Luz de la Verdad.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Un primer lucero...

Un primer lucero se enciende,
en el horizonte color de luna se prende,
resuenan trompetas,
los pastores atienden,
se escuchan cantos poetas,
resuenan de lejos,
las alabanzas proféticas.

El primer lucero se enciende,
se vierte prístino
en los corazones de la gente,
se enciende en cada mirada,
en cada ambiente.
Se enciende hoy,
se enciende siempre,
en cada corazón y en cada mente
que lo anhelan sin cesar sinceramente.

Si mi todo está también dispuesto,
allí también el lucero se enciende,
se vierte en mi ser gustosamente,
en mi alma reside ardiente.

Me pide llevarlo también a otros,
me pide mostrarlo hoy y siempre a todos.