Sucribete a nuestro feed

Testigos de la Luz

jueves, 7 de abril de 2011

La respuesta argentina a favor de la vida

A lo largo de los últimos meses hemos visto como aquella campaña anti-vida –o podríamos decir más precisamente de cultura de muerte- que se venía extendiendo desde países como Canadá hasta los pueblos latinoamericanos agrupados bajo el Rio Grande, ha ido en descenso popular.

Podríamos pensar que los eufemismos planteados en un principio a “favor de la vida del más apto” o “en defensa de la sociedad constitutiva” han ido en este último tiempo develando todo el esplendor de su verdadero mal, cierto es que la cultura de muerte extiende sus brazos de acción más allá del tema de la vida y la familia, más en este rubro el desarrollo de su problemática ha resaltado de mayor manera por la cuestión social y cultural inmersa en el sustrato católico de los pueblos sudamericanos.

Hoy Argentina y demás países a nivel mundial reconocen con voz imponente un “Sí; sí a la vida, sí a la familia” y en este sí de los gobernantes se ve la huella palpable de la identidad de sus pueblos, marcados desde antiguo por la seña de la evangelización constituyente.

Bajo los estatutos oficiales de que «todo ser humano debe ser protegido y respetado, desde el momento de la fecundación, esto es el momento en que comienza la vida humana»[1] y que «La familia es la célula fundamental de la sociedad, la fuente natural de la vida porque basada en el matrimonio entre hombre y mujer y en la filiación, y así mismo una institución natural anterior al Estado y titular de derechos delante del Estado»[2] los estados miembros de la Asociación mundial de parlamentarios y gobernantes a favor de la vida y la familia, fundada el 10 de noviembre de 2007 en Chile con el "Acta de Santiago",  buscan promover y defender el papel de la vida de los nacidos y no nacidos y la familia entre hombre y mujer en los pueblos y sociedades del mundo. Este grupo emitió la "Declaración de Buenos Aires" luego de su 3° Encuentro Internacional, el 3 y 4 de febrero en el Senado argentino con la presencia de legisladores de Italia, Paraguay, España, Brasil, Portugal, El Salvador, Uruguay y México.[3] Allí los gobernantes y legisladores de diferentes países se comprometieron «a trabajar para que los estados adopten el enfoque o perspectiva de familia como base de su ordenamiento jurídico, y así proteger la vida desde la concepción, la maternidad, la estabilidad de los matrimonios»[4]

Esto no es sino una muestra del gran movimiento de las naciones y los pueblos a favor de la vida y la familia que se está dando en este último tiempo en respuesta radical a la anti-cultura de vida que las organizaciones de género y/u ciertas naciones promueven a los países principalmente del tercer y cuarto mundo. La “declaración de Buenos Aires” abre a los pueblos latinoamericanos la esperanza de la lucha por preservar los valores fundamentales de nuestra sociedad y de nuestra identidad; que la respuesta argentina nos sirva para seguir avanzando en este camino de crear un mundo cada vez más justo y reconciliado. Ante todas las expectativas que se tiene con esta organización, estaremos siguiendo de cerca lo acontecido con esta campaña internacional a favor de la vida y la familia.


[2] Declaración Mundial parlamentarios y gobernantes por la vida y la familia, declaración, art.4, Pg. 1
[3] Aciprensa noticias
[4] Aciprensa noticias

martes, 5 de abril de 2011

El agnosticismo funcional

También hoy se encuentra un fenómeno sumamente negativo que se llama agnosticismo funcional. El agnóstico es una persona que ni cree, ni no cree, es un indiferente. Algunas veces tiene unos pseudo argumentos y otras veces ni eso tiene. El agnóstico no afirma ni niega la existencia de Dios. Está en su pedestal muy encima de la realidad de Dios a la que considera un asunto que no le atañe. Se mantiene al margen, neutro. Es, si, distinto del ateo que sí niega la existencia de Dios.
De esa indiferencia ha surgido lo que se llama el agnosticismo funcional, que pone a Dios entre paréntesis, marginándolo de la vida cotidiana. Es un fenómeno que extrae su modelo de las llamadas ciencias exactas y lo extrapola a la realidad vital del ser humano.
                                                                                                                                                    
Como consecuencia de este agnosticismo funcional se vive como si Dios no existiese. Son los cristianos no practicantes, son los católicos separados, son las personas que se acuerdan de Dios cuando por alguna razón se les hace necesario, una enfermedad grave propia o de un ser querido, la cercanía de la muerte o cualquier otro problema de esa naturaleza, pero que el resto del tiempo viven como si Dios no existiera.  ¡Lo han puesto entre paréntesis en sus existencias! Así, se van construyendo vidas, estructuras y sociedades sin referencia a Dios. La indiferencia es una forma de fuga, de huída de Dios. Resulta que Dios no les parece cómodo, les parece muy exigente, que lo que pide la iglesia es mucho.- ¡Qué bueno que sea experta en humanidad, pero en realidad yo soy más experto!- parecen decirse. Bajo esas subjetividades y moviéndose en la superficialidad más extrema de la existencia optan por el fácil recurso de encerrar a Dios y todo lo que Dios implica entre paréntesis.

Este fenómeno está mucho más ampliamente difundido de lo que uno pudiera pensar. Muchas veces las personas solo siguen las corrientes. Como seres inertes se dejan llevar por esas corrientes y modas. No se detienen a pensar, no se detienen a profundizar, están bombardeados por ese alud informático que viene a través de tantos medios y lo esencial se les escapa. Cuando se detienen un poco, muchas veces se asustan de lo que están haciendo, y en un clima de absurdos como el que se vive hoy no dudan en aferrarse a la irracionalidad de abrazarse  aquello que saben que no tiene valor, y vuelven a sumergirse en el agnosticismo funcional. Es un trágico fenómeno de todos los días. Quizás sea la más triste y amenazante situación contra la fe el día de hoy. Cabría decir que es una falta grave contra la fe.

Mientras más expuesta está la persona a la praxis del agnosticismo funcional, más se acostumbra a ella. El pensamiento débil y el political correctness, que son dos gigantescas falacias relacionales, les empiezan a parecer “lo adecuado”. Eso potencia aún más el agnosticismo funcional del cual la persona ya es víctima, y el comodismo que lo acompaña. Una vez más los fenómenos de la tibieza y de acedia espiritual aparecen como las verdaderas realidades que están detrás de este agnosticismo funcional.

Luis Fernando Figari R.
 extractos de "El modelo de san José ante los desafíos del tercer milenio"

viernes, 1 de abril de 2011

El famoso "chisme"

No es ya poco normal la afirmación –muchas veces falsa- de “las mujeres solo se reúnen para hablar de chismes” –aunque muchas veces sucede lo mismo en los hombres-. Hablar chismes es hablar sobre algún acontecimiento o alguna persona a sus espaldas, es decir, cuando la o los involucrados no se encuentran presentes. Es de pensar que cada día es más clara está actitud en la vida cotidiana; tenemos la necesidad –casi asfixiante- de saber que hacen los demás, como lo hacen y de contarlo a otros.

¿Cuál es entonces la necesidad de a cada momento saber lo que está sucediendo con las personas que conocemos? Hay cosas que ciertamente no nos incumben y poco a otros terceros y no tenemos que estar buscando a cada momento saber qué es lo que sucede, a quien se lo contamos y a quién no.
Con esto la confianza se rompe, se resquebraja la intimidad de la persona que nos dice determinada cuestión o presencia frente a nosotros algún acontecimiento. Por el famoso “chisme” ya no existe la intimidad, la información es de todos y a la vez no es de nadie. Así, pues, nos adentramos poco a poco y sin darnos cuenta en una cultura de lo superficial, de lo momentáneo.

Se ve la creciente cantidad de anti-valores que esto supone para las futuras generaciones, una sociedad sin escrúpulos, falta de reverencia, que carece de sigilo y de prudencia. Varios sacerdotes y maestros espirituales comentando acerca del “chisme” lo catalogan incluso como una falta a la caridad, puesto que casi todas las veces se termina tergiversando la realidad de lo dicho o sucedido, puede también terminar en denigrar la integridad de la persona, o dicen también que puede ser una falta de carácter moral que no respeta a la ética.

Ante todo lo considerado anteriormente sabemos entonces que el chisme no es para nada algo bueno ni para nosotros ni para la sociedad, no tenemos que saberlo todo y peor aún contar todo lo que nos dicen o lo que vemos. Muchos se defienden ante esto aclamando que existe “la necesidad de ser en todo transparentes con uno mismo y sus relaciones” pero la verborrea no es por ningún lado transparencia; no nos podemos dejar engañar por el mundo.
Que en especial en este tiempo podamos vivir esa prudencia y esa reverencia con nosotros mismos y los demás que es contradicción del famoso “chisme” tan común en nuestros días.