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Testigos de la Luz

viernes, 28 de enero de 2011

Siglo XX: Reaparece el subjetivismo literario

Vargas Llosa es además de escritor, catedrático, periodista e investigador. Y aún en ello sorprende su perspicaz habilidad para crear novelas, narraciones fantasiosas –que pueden llamarse ficciones- que más de las veces poseen una visión equivoca y desfasada de la realidad y no se diga – tal vez- que también carece de hechos concretos.

El galardonado autor, a raíz de esta premiación ha editado un libro de diversos ensayos que –dice él- que de alguna manera lo han marcado. El libro consta de 36 ensayos sobre novelas principalmente del siglo XX con autores desde Joyce y Joseph Conrad hasta el escritor Herman Hesse. Factor común de todos ellos: la novela de ficción. La pregunta es ¿Qué hace a tantos autores del siglo XX en adelante adentrarse en este mundo de las falsedades, las apariencias, los submundos, etc.?

«Toda novela buena dice la verdad y toda novela miente. Porque “decir la verdad” para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y “mentir” es ser incapaz de lograr esa superchería». Dice Vargas Llosa en su recientemente publicado texto. Entonces para aquel que no conoce de literatura podría decirse que ¿solo eso es la novela? No. Sino donde dejaríamos a autores tales como Louis de Wohl o Marcelle Auclair  cuyas bases literarias se remontan incluso hacia fines del siglo XIX.

El escritor peruano –tal vez sin saberlo- propone en su texto, de manera sutil y con un lenguaje cautivador un arma mortal para el ser humano hoy. Reaparece en sus textos la invitación a la vida fantástica; a la vida imaginada. Tal vez siguiendo los visos futuristas de las novelas como “Rito de paso” de Victor Coral, o “Viaje al centro de la tierra” de Julio Verne, pero lo que no cabe duda es que la invitación que nos hace el escritor peruano a través de esta novela, primero va en consonancia con el halo de superficialidad que hoy inunda no pocos pensamientos en la vida de las sociedades a nivel mundial y segundo que representa para la persona el peligro de adherirse a ese estado de fuga al que invita sin dudas la ficción literaria.

Y es que para la novela el uso de excesos no es nunca malo, más bien –a palabras del autor- es siempre necesario. Y cuando todo es excesivo nada lo es. La invitación que nos propone hoy Vargas Llosa es una invitación a que a través de la novela el lector pueda, cuando quiera y como quiera adentrarse en una nueva realidad y cambiar su vida a través de la historia, momentáneamente.
¿Si la novela es un invitación a la ficción? Entonces, los textos de Louis de Whol, Marcelle Auclair y tantos otros realistas del siglo XX no son novela; no son buenas. Esto es una idea errada puesto que la novela es un medio por el cual el escritor describe una realidad que ha sucedido o está sucediendo o inclusive que podría suceder, pero todo se basa en los hechos, todo parte de la realidad objetiva y se lanza al mundo de la descripción a través del uso del bello lenguaje, a veces  también símbolos y alegorías, pero nada que se aleje fantasiosamente de la realidad.

Así encontramos autores como Francois Mauriac, Fiodor Dostoieski y Charles Neider que tomando una realidad supieron aplicar la belleza de lenguaje escrito y de los símbolos para explicarla sin ese desfase que propone de alguna manera Vargas Llosa.
Lo interesante acá es que no es el primero que lo propone, con él, tenemos también a autores como Gabriel García Marques quien es autor de “Cien años de soledad”, Pablo Palacio quien fuera autor de “Débora” y entre otros que vienen fundando -por así decirlo- en la literatura; más precisamente en la novela fantástica el subjetivismo moral, ético y social e invitan al lector a través de sus obras a caer en un solicipcismo subjetivista, o para mejor decir, en una burbuja existencial en el cual la persona pueda gozar de la fuga de la realidad, imaginar mundos, realidades y demás cosas que alivien como un sucedáneo la inconformidad del hombre ante la nostalgia de infinito, ante la incapacidad de querer vivir aquella vida auténticamente humana con sus alegrías y dolores y con tendencia a la verdad, al bien y a la belleza. 

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