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Testigos de la Luz

sábado, 12 de marzo de 2011

Meditaciones sobre la Cruz de Cristo

Reflexionando un poco acerca del significado de la cruz, se despertó en mi interior una profunda interrogante acerca de su valor. ¿Qué es la cruz para el cristiano de hoy en día? Así a la luz de la Fe pude meditar mucho acerca del misterio que encierra en su interior este Santo madero; un dinamismo, según Luis Fernando Figari, de alegría y dolor.
Estos dos sentimientos son plenamente humanos pues Dios, siendo Dios se abajo de su categoría y encarnándose en el inmaculado vientre de la Santísima Madre María se hizo como nosotros, igual en todo menos en el pecado. Desde el momento en el que nace el Señor Jesús ya sabía que su misión era morir para dar vida y vida en abundancia

Más que en el Gólgota vemos presente desde ya a la cruz alrededor de toda la vida terrena de Jesús pues al abajarse a la condición humana acepto llevar las cruces de su diario vivir con abundante alegría y perseverancia; es más, acepto llevar las cruces del mundo entero. Pues Él que es la Bondad misma busca siempre lo bueno, busca que todo el mundo se salve y que se nos sea otorgado un lugar en la Casa del Padre a cada uno de nosotros. Es por esto que la cruz hay que acogerla con alegría. La cruz ilumina el misterio de salvación, brindando descanso y esperanza plena a quien la contempla pues ninguna cruz puede ser más pesada que la del mismo Jesús, pues la suya contiene desde siempre el peso de todas las de la humanidad; es pues por eso que al decir que uno se adhiere a la cruz, dice que se adhiere a Cristo mismo pues Él es la cruz porque la cruz es signo de luz y esperanza y Cristo es la Luz, ¡Él es Esperanza! Es pues señal del inmedible Amor del Padre quien nos ama tanto que nos entregó a su único hijo para que nos salvemos de las oscuras garras del pecado.

Hay que ver a la cruz, no con ojos de angustia y dolor sino con ojos de amor y de alegría pues al estar Cristo ahí no es signo de horrible muerte sino de Vida Plena, por tanto ¡hay que amar la cruz! Pues quien no ama la cruz no la toma por lo tanto rechaza el Designio del Plan Divino para con el mismo. Claro ejemplo del amor a la cruz podemos tomar de los Santos y los Mártires; es más el mismo Apóstol San Pablo nos demuestra su amor a la cruz con el mismísimo testimonio de su vida en Cristo, aquel testimonio que enriquecido de Bienes Espirituales por ventura del Espíritu Santo ha sido de Grandísimo aporte para la conformación y el sostenimiento del cuerpo de la Santa Madre Iglesia. La cruz debe ser pues la señal de todo Católico; esa cruz que vemos también en Santa María quien confiada en el anuncio del Ángel Gabriel opto por cargar su cruz; aquella cruz de Madre, de Maestra.

María no la rechazó y eso que era muy pesada la carga, ella confió incontables veces su carga al Padre y confió plenamente en sus Designios dejándose sobreabundar por la Gracia Divina y cooperando así activamente con la misma con el cumplimiento de su Santa Misión, cargando su cruz en silencio pues ella en calidad de Madre Universal debe velar por nosotros los hombres que buscamos incansablemente alcanzar esa Gracia que en su pureza se le fue otorgada. El querer cargar la cruz, significa un extremo y serio comprometimiento a vivir por los demás y seguir a Cristo en el camino hacia el Gólgota; pero no a ese Gólgota de muerte y dolor, sino a ese Gólgota de luz a través del camino del Calvario Santificando así con su ayuda nuestras Almas. Cargar la cruz significa cooperar activamente con la gracia y dejarse llevar de lleno por ella.

Que Gracia tan grande podría ser ayudar al Señor Jesús a cargar su cruz, pero para aspirar a aquella grande dicha hay de modo imperativo empezar a trabajar en la pequeña viña de nuestro corazón; purificándolo, plantando buenos frutos y cuidando que no se infecte más plantación de la viña con cizaña pues solo un corazón puro así como el de nuestra Madre María podría extraer en un 100% el manjar exquisito de los misterios del Señor. Así como el Apóstol de las gentes decía: “Hay que gastarse y desgastarse por los demás” en otras palabras hay primero que empezar a AMAR, amar de verdad; amar según Cristo Jesús dando la vida por nuestros amigos; y todos: amigos, enemigos, desconocidos, etc. Todos ellos entran en esta clase pues somos todos hermanos a los ojos amorosos de nuestro Padre Dios y así  después de todo esto convertirnos con la ayuda de la Gracia Divina en pescadores de hombres pues cooperar con la gracia en la salvación de los hombres es una misión a la que todos; laicos, sacerdotes, casados y consagrados estamos llamados a responder siempre con amor y alegría, viviendo con honestidad y humildad, practicando la caridad siempre y en todo lugar.   

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