El tema del celibato,
es un tema que realmente cuestiona bastante. Cuestiona el origen de la
capacidad de esa renuncia a lo que para el mundo es algo muy normal; el tener
una familia. Pensar
en darle toda tu vida a Dios, es algo que ciertamente te cambia la manera de
pensar y de vivir. Ahora hay que tomar una decisión radical.
« ¿Será bueno el celibato para mí? ¿Sería
capaz de vivir el celibato durante toda mi vida?»[1]
Si bien es cierto hay luces abundantes para discernir una posible vocación, en especial ahora, en la juventud, pero no por eso faltan los momentos de pequeñas crisis.
Si, es cierto que existe la visión de que para ser sacerdote o consagrado había que
renunciar a que me gusten las chicas para siempre y que tenía que encerrarme en
una parroquia o en algún monasterio en medio del bosque. El tiempo, la formación y la conversión , dejarse tocar
por ese extraño ideal de vivir la vida como Cristo en comunidad; ahí es cuando el tema del
celibato deja de ser una renuncia oscurantista y en esos términos antinatural,
porque no me van a dejar de gustar las chicas y porque ser consagrado no va a
ser encerrarme en una parroquia o comunidad, etc.
Siguiendo la línea misma del
Santo padre, el celibato no es una renuncia, es una opción por la plenitud
personal de la vida, es una respuesta a esa respuesta de Dios que me ofrece
vivir plenamente disponible para el Amor. Luego, el celibato, no me quita mi
libertad. Al ser una opción que Dios me da, optar por él, con Amor, es una
opción por la más grande libertad que se pueda experimentar, la libertad del
amor. El celibato no es arrebatarme de mi naturalidad para estar en el Amor de
Dios, más bien, es una donación amorosa que responde a esa invitación al amor
universal. No es algo que viene con el combo de la vida consagrada, que si
“esto” entonces “esto”. Todo es cuestión de Fe, «contemplar la fe como la única
fuerza en la vida»[2]. Solo en el abandono total en la fe como María
y por amor a ese Plan que Dios me ofrece puedo entender el celibato y su
dinámica testimonial de mostrar al mundo el Reino de los Cielos para su
edificación en la tierra.
El
celibato, no es un mero instrumento funcional
en el despliegue amoroso de la persona. El celibato más bien es la columna, la
fuente de la vida del consagrado. El celibato por el reino es la señal ante el
mundo y ante Dios de la medida del Amor por la que ha optado la persona. Este
(el celibato) configura todo su ser (el de la persona) en función de ese amor
participativo del infinito amor de Cristo.
El celibato no es algo
accesorio ni parte del kit. Nutrido del amor que mueve a la persona a ese
estado de vida «representa una especial configuración con el estilo de vida del
propio Cristo»[3]
Para mi vivir el
celibato, es vivir como el Señor Jesús que fue indudablemente célibe. Es optar
como Él por el más grande amor; el Amor que viene de Dios. Para mí el celibato
no te hace menos hombre como no pocas veces escucho, en cambio, creo que te
hace más hombre, no por ser “un bacán que se las aguanta todas” sino porque te
da una capacidad de amar que desafía a la mente humana, que la rebasa por
largo. Un amor que va más allá de lo mero carnal, que penetra al fondo del
corazón y saca a la luz la santa dignidad de la vida humana. Un amor que da
total sentido a las necesidades de la persona de amar y ser amadas y valorarse
y ser valoradas.
Entonces, el celibato
es una opción amorosa por un amor más grande, es intima unión con Dios.
Mediante el celibato, muestra y «testimonia
la incondicionalidad del amor que impulsa a perder la propia vida como
respuesta a la sobreabundancia de amor del Señor que nos ‘primereó’ dando su
vida por nosotros» [4]
Ser célibe es tan
posible como lo es ser santo hoy. Aunque sea difícil no tengo dudas de ello, es
más si me fuera fácil habría que preocuparse por entender su verdadero sentido en la vida de cada uno. No es ser célibe porque me pueda aguantar las ganas de que me guste una
chica por el ideal de seguir más de cerca a Cristo. Opto por el celibato porque
el Amor que siento dentro de mí que arde por amar infinitamente me impulsa a
optar por ese celibato por el Reino, por ese celibato por el mundo, porque el
mundo sí necesita de hombres que se entreguen a Dios porque hubo un Dios que
así mismo se entrego por los hombres.
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