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Testigos de la Luz

domingo, 6 de febrero de 2011

Una justicia social solidaria

La justicia es sin lugar a dudas dar a cada quien según corresponde. No es, como el comunismo se plantea de dar a todos por igual tomando como referencia el despojo de lo que los que más tienen para igualarlo con los que menos tienen, ni tampoco como el capitalismo plantea de darle lo suyo a cada quien buscando la mejor forma de tener algún provecho personal de esa correspondencia.

La justicia en sí no es perfecta si la miramos desde esa óptica. La justicia rectamente entendida busca el beneficio de la totalidad del hombre, de su ser integral; porque dar a cada quien lo suyo no implica implícitamente o explícitamente que esa persona se realice plenamente como tal. Si la justicia no tiene fundamento en el Amor, de nada sirve; pues la expresión de justicia, rectamente entendida según la aplicación del derecho natural y entendida y aplicada a la luz de la Revelación de la Fe, no es sino una expresión activa de la caridad que contiene en si misma toda una carga solidaria, afectiva y social de Amor.

Por  eso no basta una simple aplicación de la justicia. Hace falta, para que sea fecundo su efecto, que la justicia sea solidaria. Un planteamiento de justicia solidaria es poder dar a cada quien lo que corresponde poniendo especial atención en aquellos que por su realidad socio-económica más lo necesitan. No es un planteamiento idealista o ilusorio, es lo que hace falta para que este mundo sea más justo y reconciliado.

Renovar los sistemas sociales a la luz de la Fe y con el apoyo del derecho natural de los hombres, es lo que hace falta para que haciendo uso del recto sentido del derecho puedan transformar a esta aldea global en la que estamos inmersos en la época contemporánea o ya –era tecnológica- como muchos la llaman- en una sociedad pacífica donde todos, reconociendo la grandeza de la Verdad Revelada en el Justo; que es Cristo, estemos plenamente realizados y unidos con la fuente más profunda de nuestra existencia.

Son los juristas y los agentes del derecho social los primeros llamados a vivir de este modo la justicia, para que así habiendo reconciliado con la vivencia de la justicia su pensar y su obrar den testimonio  de la fecundidad de la misma.

Para empezar a transformar los sistemas sociales que desapegados de la Verdad nos agobian y nos hunden en un vacío inhumano. Para empezar a transformar el mundo que, sumido en una cultura de muerte, avanza galopante hacia la destrucción misma del ser humano, hay que empezar por cambiar nosotros primero. No hay que ser como borregos que caminan sin un sentido o un norte definido en este peregrinar humano, me refiero a ser verdaderos agentes de cambio, ardorosos por buscar la verdad inmutable y que encontrándola estén dispuestos a hacerla vida. Más que solo pensar, hace falta también obrar y obrar mucho.

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