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Testigos de la Luz

martes, 19 de mayo de 2009

El sentido de la vida

¿Cuál es el sentido de mi vida? Incesante pregunta en el corazón del hombre; más el clamor de tal corazón muchas veces es silenciado con respuestas perecederas, con sucedáneos .
El mundo actual seduce al ser humano y le vende una falsa imagen de sí mismo cambiando los conceptos fundamentales de su vida y adaptándolas a sus necesidades y ambiciones monetarias, logrando de esta manera que el hombre contemporáneo se vea sumido en una demencial asincronía existencial; pensando una cosa y viviendo otra totalmente distinta.

No cabe duda que este mundo busca destruir los profundos anhelos del hombre y convertirlo en un mero producto, algo consumible, un cliente más. Ya nadie piensa por si mismo, nadie busca la verdad, ahora todos se conforman con lo minimalista, con lo fácil, ya nadie quiere esforzarse, buscan su futuro cuando ni siquiera están viviendo el presente. En la época hodierna el mundo avanza de rápido en veloz, acelerado por las presiones de su propia existencia el ser humano fuga de su realidad y le quita todo sentido a su vida mediante suicidios, asesinatos, abortos, etc.
Solo hay una verdadera Vida, no hay maneras más fáciles, ni métodos acelerados. Tal cual decía Platón en su explicación del Mundo de las Ideas “El ser humano viene de un mundo perfecto y permanece en esta tierra solo recordando todo de cuando vivía en la perfección” San Agustín; Obispo y Doctor de la Iglesia, descifro este hermoso pensamiento y lo cristianizo dando razón de que lo que platón quería decir era que: todos vinimos de la Gloria del Padre y que en este mundo vivimos y que el día de la parusía lo único que haremos será retornar al lecho del Padre. ¡Qué hermoso este pensamiento, qué gran tesoro nos dejó Platón!

Así pues cabe preguntarse ¿nosotros que anhelamos la transcendencia, la felicidad, el Amor, donde ponemos nuestra esperanza? ¿A qué se supone que nos aferramos? A muchos jóvenes he escuchado decir que saben a qué se aferran sus tan inalcanzables metas, pero al preguntarles no saben ni siquiera que quieren alcanzar en realidad. Esta es una triste situación, que pasa en todos lados y con muchos jóvenes, adultos, etc.

¡Él Cristo es la Palabra Viva! Él es el verdadero Camino, la verdadera Verdad y la verdadera Vida, quien más que Él, podría mostrar al hombre el objetivo de su vida; el sentido y la misión para la cual fue creado. Dios creador, por su infinito Amor decidió hacer ese Amor carne y mando al Buen Pastor a recolectar de la guarida del lobo a sus queridas pero pérdidas ovejas. En la Cruz vemos como el Señor redimensiona nuestras vidas y les da un sentido totalmente amoroso y clara evidencia de esto son estas hermosas palabras: “no hay mayor que quién da la vida por sus amigos” ¿Dar la vida por los demás? ¿Amar tanto? ¿Anunciar con la Vida el Evangelio? ¿Jugárnosla con los que nos hacen daño o perdonar setenta veces siete?
Todo esto y mucho más nos pide el Señor Jesús, la cuestión es si estamos lo suficientemente conscientes del origen de nuestras vidas y del típico ¿Porqué estoy aquí? ¿Cuántas veces nos hemos preguntado esto sin hallar una verdadera respuesta? Lo más probable es que al buscar hallamos buscado en cosas del Mundo y no en Dios; quien es el Alfa y el Omega, el principio y el fin.

Basta terminar este escrito con las hermosísimas palabras del Siervo de Dios Juan Pablo II “¡Jóvenes abridle de par en par las puertas a Cristo, No tengáis miedo!” y como no recordando la completa añadidura que realiza el Santo Padre Benedicto XVI sobre este mensaje “Él no quita nada y lo da todo, Cristo nos concede siempre el ciento por uno”.
Pon en Cristo tus esperanzas y tú corazón al pie su Cruz solo así podrás ver la misión a la que el Señor te llama, solo así podrás descubrir el verdadero sentido de tu vida. Rézale a Santa María, Madre nuestra por designio Divino, cuéntale tus problemas y encomiéndale tu peregrinar en esta tierra.

María, Virtuosa y Santa Mujer, cuya Humildad resalta inigualable a través de los tiempos nos enseña a ser cada vez más como Jesús, ella nos muestra el Rostro Amado de su Hijo y nos conduce de la mano por la hermosísima senda del Camino de Cristo; el camino de la Reconciliación. Al igual que Juan Pablo II todos debemos siempre encomendar nuestra vida toda a Santa María y decir a fuerte voz ¡TOTTUS TUUS María! Pues “Por Cristo a María y por María más plenamente al Señor Jesús”.

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