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Testigos de la Luz

viernes, 29 de mayo de 2009

La Iglesia de los corazones

Muchas veces nos ponemos a pensar cuanto necesitamos para sobrevivir en nuestro cotidiano vivir; es algo que nos pasa a todos, más por la sobre preocupación por las cosas terrenas es que nos olvidamos de las cosas verdaderamente esenciales, la secularización del mundo es algo que nos afecta a todos porque aunque no seamos del mundo pertenecemos a este mundo con todas sus fallas y sus bellezas.

Así nosotros llamados cristianos muchas veces actuamos de una manera no acorde con lo que profesamos y es esta dualidad marcada en un minoría ínfima es lo que me impulsa al igual que al Siervo de Dios Juan Pablo II a pedir perdón por la Iglesia puesto que teniendo a Cristo por cabeza total es una Iglesia de hombres, de corazones. Yo no puedo decir que amo de lleno a Cristo si no amo a su Iglesia, quien dirigida por su vicario el sucesor de San Pedro es medio de salvación directa. Mucho se ha tratado de esto, razón por la cual no busco ahondar en este tema.

Llama la atención lo mencionado sobre la Iglesia de los corazones, puesto que mas allá de la institución física llamada Iglesia también existe la Iglesia de los corazones, de tú corazón, del mío y los del mundo entero. Me refiero entonces con mayor precisión a la manera de la adhesión a la Fe de esa única Iglesia fundada por Cristo. Esta adhesión a la Fe cada vez sucumbe más ante los bien publicitados placeres que ofrece el mundo que guían a facilismos y supuestas seguridades. Las personas ahora tienen un sus mentes: “no la Iglesia debe renovarse, debe sacar el celibato, debe ser mas del mundo” me entristece escuchar esto repetidamente, esto demuestra como la falsa publicidad de los placeres sobrepasa la adhesión a la Fe.
Cierto es que la Iglesia debe renovarse, llegar de una mejor manera a los jóvenes, evidenciando y apelando más a sus anhelos más profundos; debe profundizar en la cultura a través de las familias y los sistemas sociales, debe velar por la dignidad humana material, física y espiritual. Viendo los signos de los tiempos debe profesar de buena manera la Verdad de Cristo y la Buena nueva de reconciliación, más la disciplina, la tradición y la manera de llevar el magisterio eclesial no pueden.

La Iglesia comprendida no solo por los obispos y el Papa, sino por todos aquellos consagrados y laicos, debe introducirse con Amor en las realidades más cotidianas de las sociedades buscando abonar en las buenas virtudes ciudadanas para el alcance de la tan anhelada civilización del Amor. Esto pues requiere la cooperación de todos nosotros, ya que la Iglesia la formamos todos y cada uno de nosotros. Somos los encargados de ponernos con seriedad y Amor a la disponibilidad -según nuestras capacidades- del anuncio del Evangelio en todas nuestras realidades, ya seamos jóvenes, niños, adultos, casados, abuelos, etc. Todos debemos adherirnos a la Fe de la Iglesia y vivirla siempre con mayor intensidad buscando irradiar el Amor de Cristo a todos aquellos que ya no creen en el Amor, debemos llevar la felicidad de Cristo a quienes viven sucumbidos por la tristeza, debemos portar la Verdad de la Fe a todos aquellos que hoy dudan y se alejan, debemos mostrar la seguridad de Cristo ante todos aquellos que viven inmersos en el Miedo, etc.

Es un arduo trabajo y cada tiene su propia tarea, si yo no hago lo que tengo que hacer, nadie lo hará y si no lo hago al tiempo que debo hacerlo probablemente es que ya no tenga el mismo efecto, ¡debemos entonces actuar ahora y portar la bandera de Cristo a todos los rincones de la tierra! Es ahora, el momento de cambiar y de mostrarle al mundo que solo en Cristo se halla la plena felicidad.

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